viernes, 9 de noviembre de 2012

De nimiedades del viernes: De obsesiones y otras cosas!






De vez cuando me obsesiono con algo. Nunca sé que me provocará la obsesión, pero una vez que empieza, es difícil que la detenga. Se vuelve algo irracional: comienzo a leer, a leer, a leer sobre el tema, o si se trata de cine, no paro hasta ver todas las películas sobre el tema, o del director, o simplemente de un actor de mi preferencia. Y si es un tópico, peor aún. Investigo  investigo e investigo hasta que me abrumo y solo entonces, me alejo de todo lo que me lo recuerde. Y comienza el ciclo de nuevo.

Esta semana me aficioné - de nuevo - a investigar sobre las monarquías medievales. Y convertí a la escritora Alison Weir en mi invisible mentora. He leído todos los libros que ha escrito con respecto a los reyes ingleses entre 1489 hasta 1600 y un poco más. Por supuesto, mi favorita es la formidable Elizabeth I, con su portentosa inteligencia y su helada furia ciega, gracias a las cuales convirtió a Inglaterra en un Imperio vasto y finisecular.

No obstante, , también recordé mi odio melancólico por Ana Bolera. La segunda esposa del Gran Henry VIII, la trágica Jezabel que murió decapitada por obra y gracia del sagaz Wosley.

Cuando era más pequeña, me agradaba muchísimo la figura de Catalina de Aragón, la Reina destronada. Una improbable intelectual, humilde y firme que se negó a sucumbir a la voluntad de un bárbaro despótico dominado por su genitalidad. Ahora no estoy muy segura. Durante mi sucesivas lecturas de biografías y monografias históricas, me he preguntado si Catalina no era más que otro de los peones en el frío ajedrez de Fernando de Aragón y Henry, en una Europa provincial dividida por un Imperio religioso. Comienzo a pensar que tal vez Catalina era una rehén de sus ideas y de su real linaje, de la misma manera como Ana Bolena era prisionera de su vientre travieso y la camarilla de su padre. Los dos extremos de los estereotipos femeninos, conjugados en una sola historia. ¿Es real tanta sincronía de rostros en el espejo? ¿es posible que la figura de la mujer medieval pueda delinearse con tanta meticulosidad en el texto de la historia?

No lo sé. En realidad, no lo creo.

Si analizamos los trozos desordenados de historia que nos han llegado, las seis esposas de Henry VIII son la viva imagen de la creación masculina, estereotipada y simple sobre la mujer: Catalina, la Casta y abnegada. Ana Bolera, la Gran puta. Jane Seymour, la madre, idealizada en la muerte. Anne Clevees, la eterna virgen. Catalina Howarts, la idiota moral. Catalina Parr, la tranquila vejez. Una triste forma de esquematizar una historia politica y religiosa donde evidentemente las mujeres tuvieron una destacada participación.


Uhmmmm...la visión histórica sesgada, siempre tan corta y sobre todo, irreal.

Ah, una de mis viejas batallas. Sonrío  sostengo el libro sobre Elizabeth I y continuo leyendo sobre el ataque de la armada de la Reina contra la invencible flota Española. Los cañones retumba, el océano se eleva en la noche, mientras el pulso entre ambos imperios lleva el nombre de una perla solitaria, que aguarda en las cámaras secretas, segura del triunfo, compleja, altiva, maligna, bondadosa, magnanima.

El rostro de una mujer que se mira al espejo, todos los rostros el suyo, el triunfo silencioso de la razón, también.

Divago un poco sin duda. El sonido de la cercana batalla entre las palabras del libro me deja un poco confusa. Que imaginación. Me adentro en ella. Como siempre, la obsesión se construye así misma, y más allá, carece de todo sentido.

Pero, ¿No es verdad es que la única manera que una obsesión sea valiosa sea que carezca de sentido?

Quizá no, pero así lo veo yo. Un pensamiento inutil, con toda probabilidad.

C'est la vie

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