lunes, 24 de septiembre de 2012

De pequeñas grandes obsesiones: La búsqueda del lenguaje fotográfico





Hace un año y un poco más, le pregunté a mi profesor de Coolhunting, que hacia a un fotógrafo, serlo. Mi profesor, quién es una persona que durante años ha dedicado su tiempo a mirar portafolios y analizarlos de manera muy detallada, ya sea por cuestiones comerciales o de mera selección individual, tiene esa rara capacidad de contemplar la imagen de una manera casi fría, pero sin perder conexión con lo que mira. De manera que la pregunta no le tomó desprevenido - imagino mucha gente se la hecho antes - sino que estoy casi convencida, lo hizo ordenar, en esa calurosa mañana de agosto, esos conocimientos en una respuesta concreta.

- El lenguaje - dijo sin titubear - lo que lo define, lo que hace que sea, indistintamente a lo que ocurra a su alrededor, lo haga único.

Lo escuché un poco asombrada. La misma pregunta se la había hecho a varios fotógrafos en diferentes momentos de mi educación fotográfica y la respuesta había variado un poco de interlocutor  a interlocutor. La técnica, el manejo de la luz, la conciencia de sí mismo, la forma de comercializarse, la madurez visual, el acercamiento a su propia de la fotografía, la facilidad para construir o no ideas. Pero esa tan contundente, me dejó un poco desconcertada. ¿El lenguaje? Sin duda es el elemento más contundente e imprevisible que define una imagen, pero aun así, el más difícil de captar, de crear, de elaborar. Una idea sobre lo que se crea fotográficamente tan profunda como abstracta, tan espontánea como visceral. Y de la cual, debo decir, no tenía la mayor idea en ese momento, estando justo tan confusa y en mitad de "algo" de mi propia visión fotográfica casi doloroso: una confusión insoportable.

Me dediqué entonces a investigar sobre el "lenguaje". No me resultó sencillo. Hay muchos libros sobre técnica, sobre ideas fotográficas, largos tratados de análisis, cuidadosos y detallados artículos sobre el estilo, peor pocos sobre el lenguaje como tal,. Porque el lenguaje fotográfico abandona el ámbito de lo común, de la idea básica sobre la fotografía e invade algo más, una visión esencial de lo que haces como creador visual, esa región nebulosa donde parecen coincidir el estilo, lo que nos gusta fotografiar y lo que nos define. Y que difícil resulta diferenciar cada cosa. Leí todo lo que pude, recopilé escasa información y al final deseché todo. No estaba buscando por el camino correcto, pensé un poco decepcionada. Rara vez no encuentro en los libros la pregunta que formulo en voz alta. No obstante, esa decepción tenía sabor agridulce: que no fuera sencillo de consumir y comprender, quería decir que el concepto de "Lenguaje fotográfico" formaba parte de algo más complejo y esencial de la fotografía a la que pocas veces había prestado atención y de lo que ahora estaba muy consciente. La creación del lenguaje del fotógrafo: a pasos, con dolor y esfuerzo. Una construcción elemental.

No abandoné el tema. Al contrario, seguí investigando aunque no sabia donde ni exactamente que buscaba. Comencé a leer sobre arte en estado puro. La conciencia pictórica, la identidad de la obra que nace. Seguí escudriñando en biografías de pintores que amaba, otros no tanto. Leí mucho sobre la personalidad del creador artístico. Pero sobre todo, vi fotografías. Retomé un hábito adolescente que abandoné por mero descuido y que fue revitalizante recuperar: mirar libros de fotografía en silencio. Miré por largas horas los grandes reportajes, las series personales, las historias en luz y sombra. Contemplé las ciudades del mundo a través de la visión de los fotógrafos que soñaron con ellas, que las elevaron como ideas visuales consistentes, que les otorgaron una nueva belleza. Me conmoví con retratos de jóvenes y viejos, casuales, en hermosos estudios elegantes, en calles perdidas, en campos empobrecidos. Y de pronto, la idea de "lenguaje" no me pareció tan esquiva. Comenzó a hacerse clara, concreta. Porque comprendí que el lenguaje fotográfico es esa necesidad de quien porta la cámara de decir algo, de comprender algo, de analizar la realidad en piezas a través de la imagen. La perspectiva del mundo a través del ojo ajeno, del significado de otro.

Fue como un descubrimiento dentro de un descubrimiento mayor. Porque fue elaborar ideas visuales a través de una intención singularmente personal. Todos vemos lo mismo pero no lo expresamos de la misma manera. Y es esa diferencia lo que hace que el lenguaje fotográfico sea tan valioso, tan necesario, tan imprescindible. Miré fotografías de amigos y desconocidos, descubriendo las repeticiones, las obsesiones, la idea que parecia ineludible. ¿Que buscas? ¿Que pretendes decir? ¿A que huyes? ¿A que temes? ¿A que te enfrentas? ¿Que reconoces? ¿Que odias? ¿Que amas? ?¿Que creas?

Y tal vez lo mejor de esa búsqueda, fue entender que solemos repetirnos por mero cansancio. Me descubrí de pronto mirando mi trabajo con una dureza inusual, todos esos autorretratos insistentes en el tema de la soledad y al claustrofobia, la angustia, la intimidad, la feminidad, el temor y un pequeño e intimo dolor. ¿Que estaba diciendo? Me pregunté mirando mis fotografías, comprendiéndolas como un conjunto, elaborando una idea de mi percepción del mundo más allá de mis propias debilidades y fortalezas. ¿Estaba diciendo algo realmente? Sí, siempre lo hacemos, ¿Pero qué? Y de pronto comprendí que ese lenguaje era comprensible, pero estaba perdiéndose en la repetición, en la comodidad de hacer lo mismo porque lo comprendo y no resulta tan doloroso. Y esa idea me subyugó, me abofeteó. Destruyó una serie de pensamientos que daba por inevitables y construyó otros nuevos, inmensos y dolorosamente hermosos. Fue agónico, entender hasta que punto había lastimado mi lenguaje fotográfico para favorecer el ego, la comodidad incluso la necesidad de decir algo a medias. Pero una vez que el dolor - emocional y mental pasó - tomé de nuevo la cámara y encontré algo tan nuevo como radiante. Tan duro como inquietante. La urgente necesidad de comunicar algo. De decirlo en voz muy alta y casi grosera, de construir ideas fotográficas tan personales que me doliera el solo mirarlas, pero que fueran reales, profundamente intimas y sobre todo, un reflejo de ese proceso personal que atravesaba en silencio, en mi espíritu, más allá de la cámara y detrás de ella. La de comprenderme como creadora, y aun más, como comunicadora en imágenes.

Todavía busco el significado de ese lenguaje. Quizá nunca me de por satisfecha. Quizá nunca quiera estarlo. Cual sea la respuesta, el camino que transito posee una cierta consistencia que se construye a cada paso: la de estar completamente convencida que la fotografía es el medio que escogí para hablar en silencio y a la vez, crear a viva voz.

C'est la vie.

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