jueves, 26 de abril de 2012

La sutil diferencia entre el Patriota y el Patriotero: La Venezuela que vivo vrs la Venezuela irreal





Cualquiera que me conoce lo sabe: amo a Venezuela. A pesar de todo. Soy de las que se enorgullece por las glorias patrias,  la que apoya a la VinoTinto con ese espíritu torpón de quien no conoce mucho del deporte Rey pero siente pasión por la selección nacional, lee escritores nacionales con mucho placer - los buenos, al menos -, y está firmemente convencida que mi país, es hermoso. Sí, insisto, a pesar de todo. Pero no obstante de toda esta mezcla de sentimientos que van desde ternura a simple identificación con mi tierra, no soy patriotera. Y jamás lo seré.

¿Y que es ser patriotera? No disculpo a Venezuela - a su sociedad y cultura, mejor dicho -, por sus errores, no los disimulo, los minimizo o los justifico. ¿Por qué celebrar el gentilicio intentando ignorar todos los problemas que atravesamos? ¿Por qué llamarme Venezolana implica que no acepte que el país atraviesa quizá una de sus peores épocas? Nunca entendido la insistencia de los que suponen que esa nacionalidad espiritual, esa conexión con la tierra donde se nace, implica una cierta ceguera selectiva. Y actualmente Venezuela necesita, como jamás antes lo necesitó quizá, ojos bien abiertos, ideas muy claras del camino en el cual transitamos, perspectivas concretas hacia donde nos dirigimos como Venezolanos, como miembros de esta circunstancia rodeada de ideas que llamamos país.

Pero ser Patriotero parecer ser una moda actualmente. E impresiona el hecho, que toda la política Gubernamental esté basada en un falso orgullo hacia justo lo que hace nuestro país una sociedad en descomposición, una fragmentada cultura a mitad de un supuesto cambio histórico: la ausencia de conceptos propios. Porque si en algo resulta confusa esta "Venezolanidad" del siglo XXI es su increible parecido con el Chauvinismo Hitleriano del `45, o con la euforia patriotica Italiana del '43, con un Benito Mussolini gritando consignas vulgares para deleite de las masas que le apoyaban. Que preocupante, sin duda, esta necesidad de imponer ideas sobre una Venezuela irreal, creada a partir de una campaña publicitaria deficiente. Que doloroso que la Verdadera Venezuela, la que vivimos a diario, la de todos los días, la del ciudadano de a pie,  quede oculta por el discurso que insiste en lo artificial, en el discurso político de "eres más venezolanos mientras más resignados te encuentres a sobrevivir". Algo inaceptable, si eres como yo, de los que aspiran a construir tu propia historia en el suelo que te vio nacer.

Patriota o resignado, he alli el dilema:

Toda esta locura nacionalista comenzó, si mal no recuerdo, con la interminables elecciones presidenciales que este gobierno ha propiciado. Y es que es un recurso infaltable en todo régimen que desee imponer sus ideas arropado en un baño de masas y popularidad, apelar a la emocionalidad y al sentimiento patriotico de sus ciudadanos. Ese Chauvinismo tan antiguo como la lucha del poder. Porque sin duda, es un recurso que dificilmente puede ser rebatido sin entrar en una incomoda zona de grises que cuestiona la propia idea de país: ¿Como niego que mi país es el más hermoso? ¿Como debato sobre los defectos de mi gentilicio sin denigrar de mi propia identidad nacional? Tal vez sea un poco ese juego de valores y ego, lo que hace al Nacionalismo extremo un arma tan conveniente en momentos de confusión ideologica como la que vivimos. Aun así, siempre habrá un resquicio de duda, una idea que supera cualquier orgullo a ciegas: la necesidad de perfeccionar esta casa Grande que llamamos país, de encontrar una manera más concreta que la mera celebración de virtudes inexistentes para levantar el futuro.

Por supuesto que el debate se hace interminable. Ser Patriotero está de moda. Muy conveniente por supuesto, si analizamos que la idea de ese patriotismo exacerbado implica mirar a otra parte cuando hablamos de cifras de desempleo, inseguridad, mala administración pública, deterioro en los servicios públicos. Esa identificación del ciudadano común del Gobierno en ejercicio con la identidad país es sin duda alguna, la manera más eficaz de evitar criticas directas, de desviar las peticiones de ayuda, hacia esa amplia generalidad que suele llamarse con tanta libertad " ideas apatridas". El estado como personificación de la abstracción de país, del fundamental concepto de Patria al que todos somos sensibles. Y es en ese juego interminable de objeciones y acusaciones,  donde encontramos ese terreno de nadie donde "La patria es pura", "Nuestro País es lo mejor" y la justificación a todo el caos que actualmente vivimos en nuestro país.

En ocasiones camino por la calle, un tanto abrumada por la identificación de la mitología nacional que este gobierno impulsa, y me pregunto que es la Patria. ¿Este conjunto de símbolos caricaturizados? ¿Esta identidad deformada por la insistencia de creer que Venezuela es solo lo que puede representado a través de una idea política? Me niego a creerlo. Y de hecho, cada día estoy más convencida que mi mejor y más consistente manera de ser Venezolana, está en la critica, en la necesidad de cuestionar lo que ocurre y lo que creo podría mejorarse. En soñar con un país donde la identidad no esté supeditada a un pensamiento político o al gobierno de turno, o a la resignación elemental de creer que "Venezuela es así".  Y por tanto, lo hago, a diario, de todas las formas que puedo. Construir el país que creo merecemos como gentilicio y abstracción cotidiana.  Porque Venezuela es mi hogar,  mi país es el lugar donde aprendí a comprender el mundo, y por lo tanto, mi personalisima esperanza de futuro.

C' est la vie.

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