domingo, 1 de enero de 2012

Una fría Paranoia: Contagion de Steven Soderbergh




Steven Soderbergh es un director concienzudo,  sin duda. Todas sus películas tienen un elemento distintivo que las hace profundamente inquietantes. Hay una observación muy directa, objetiva, casi fría, de hechos y circunstancias que la mayoría de las veces construyen discursos fílmicos extrañamente duros. Nunca ha expresado una opinión directa sobre algún tema, pero de hecho sus películas siempre expresan alguna critica, un concepto concreta, una idea visceral expresada en un montaje preciosista, certero. Contagio (2011) , su película más reciente no es la excepción.

Y tal vez se deba a esa necesidad de Soderbergh de construir una narración profundamente desarraigada, una especie de mirada sutilmente omnisciente sobre los personajes, lo que hace que "Contagio" a pesar de su solidez argumental y su sugerente propuesta, no consiga atravesar el elemento puramente narrativo para crear una empatia directa con el público. Un efecto un tanto desconcertante, siendo que el film  se basa en una historia aderezada con diversos tópicos que expresan caos, absoluto descontrol : desde la narración de la progresivo expansión de un virus de origen desconocido a través del mundo, hasta las pequeñas historias personales que se suceden entre los personajes. No obstante, tal vez en una metáfora que intenta acentúa el clima de paranoia de la trama, el ojo del director solo observa sin afirmar nada: en medio de la exquisita y helada fotografía con que Peter Andrews dota al film, el discurso se desenvuelve con lentitud, sin excederse un ápice en un comedimiento gélido, una construcción de un lenguaje que intenta ser  un reflejo de ese ambiente de terror silencioso que la película exhibe. Y es que mientras la historia avanza, y sus personajes ( encarnados por un elenco de estrellas como Matt Damon,  Laurence Fisburne, Jude Law, Kate Winslet, Marion Cotillar ) comienzan a encontrarse sumidos en una situación critica, el director le confiere un aire aun más duro, indiferente a la narración. Los fríos tonos azules de las imágenes  y las largas escenas sin resolución, el caos callejero descrito en pequeñas y selectas visuales de gritos y saqueos, no consiguen transmitirnos la desolación esperada, sino por muy por el contrario, una sensación de pura distancia, una expresión netamente muda de una serie de circunstancias que no consiguen interesarnos lo suficiente como espectadores.

Tal vez, los mejores momentos de la película son los encarnados por un correcto Matt Damon, como un hombre inmune a la plaga sin nombre o el periodista amarillista y critico interpretado con cierto tintes de cinismo por Jude Law. No obstante, la historia, narrada a través de un conteo cronológico que supone la manera como el director nos muestra la progresiva devastación psicológica de las ciudades modernas ante el asedio de la plaga,  no emociona lo suficiente para el análisis. Ni siquiera, las imágenes de las largas filas de cadáveres envueltos en bolsas transparentes o los gestos de pánico inevitable tienen alguna repercusión en la trama. Soderbergh insiste en solo observar, sin involucrarse, sin brindar una opinión o un comentario sobre lo acaece a través de la creación visual. De hecho, la contención es tan evidente que  los arcos argumentales se suceden con lamentable torpeza: los rumores internautas que hablan sobre una vacuna que se oculta tras la indiferencia gubernamental, las situaciones de secuestro para la obtención de la cuna prometida, incluso la paranoia de las muertes, circunstancias que deberían narrarlos la escala de un clima de zozobra cada vez más incontrolable, carecen de la credibilidad suficiente para sustentar la premisa principal.

Cuando la película acaba, y la historia parece cerrarse en un definitivo circulo que no deja cabo suelto, el espectador tiene la sensación que el planteamiento se deslizo con esa sutileza de sus bellas pero insustanciales escenas, a un lenguaje tan hueco como poco interesante. Un idea que pudo ser inquietante sin llegar jamás a interesar.

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