viernes, 27 de enero de 2012

De llevar la Historia escrita en la Piel: Del Bailecito de la Comezón y otras anécdotas.




Aun no quisiera escribir sobre mi tercer tatuaje, hasta ahora el más extenso, y también el que más amo, por lo que expresa, por lo que crea en mi imaginación, por lo que simboliza en mi mente. Porque lo que quise expresar en él, no es la incomodidad ni el dolor, sino lo trascendente de expresar tus creencias en una metáfora, así sea la más sencilla. De manera que por unos días más, no escribiré sobre lo que sentí mientras mi tatuadora lo delineaba, lenta y casi trabajosamente, en lentas palpitaciones rojas y amarillas de dolor. De manera que hoy hablaré de las pequeñas cosas que me han ocurrido desde que me tatué y que me han sorprendido, anécdotas sin importancia pero que de alguna manera, brindan a la experiencia una sentido propio.

De la comezón y otras fábulas:

Por supuesto que C.-  mi tatuadora -  me había explicado que una vez que los tatuajes comenzaran a cicatrizar, tendría comezón. Pero no me explicó lo particularmente irritante de la sensación: durante las últimas tres semanas, he descubierto que esta necesidad de frotarme, rasguñarme, rascarme casi frenéticamente la piel tiene una especie de sentido propio. No sabes cuando comenzará ni cuando se hará más tenue, solo sabes que cuando realmente esté en su apogeo no puede ser más incomoda y casi incontrolable. Me ocurrió, que durante una muy seria entrevista con un cliente, la sensación pareció despertar de pronto: mi primer impulso fue quedarme muy rígida, con las manos apretadas sobre las rodillas. Pero de pronto, la comezón tomó lo que pareció curso propio y empecé a moverme, primero discretamente, luego de manera un poco extravagante, hasta que el buen hombre no tuvo otro remedio que preguntarme que me sucedía. Para entonces, me encontraba de pie, ruborizada de la vergüenza y saltando de un lado a otro con las muñecas en alto.

Solución:
Gracias a los consejos de varios de mis amigos que han pasado por la experiencia - y las siempre bienaventuradas soluciones que google ofrece - descubrí que hay tres maneras de palear la comezón: lavar los tatuajes con agua helada y colocar un poco de ungüento cicatrizante, en una capa muy fina. También puede ayudar un poco de hielo o golpear con suavidad la zona tatuada hasta encontrar cierto alivio. No obstante, he de decir que aunque atenúa la sensación, no la calma verdaderamente, así que es probable que te encuentres haciendo la danza de la picazón al poco rato. Sí, me pasó, por supuesto. 

Esa rara mujer tatuada y otras minucias:

No considero que el haberme tatuado me define, me otorga otra dimensión o tiene otro significado como no sea elaborar un lenguaje muy personal, utilizando esta vez mi cuerpo para expresarme. Además que los diseños que escogí, no son ni mucho menos los más llamativos. Pero al parecer hay toda una idea que llevar un tatuaje simboliza una serie de cosas con las que no estoy familiarizada y que me han sorprendido durante las últimas semanas. Cosas tan absurdas como:

* Me subo al ascensor con el vecino que me ha visto crecer durante casi 20 años: Llevo una camiseta manga corta, le sonrió al hombre, me aparto el cabello de la cara. Y noto que me mira las muñecas de una manera casi escandalizada. Me observa, tuerce la sonrisa amable que me había dedicado y me observa con severidad. La siguiente pregunta casi me hace reír en su cara: "Tu madre sabe ESO?" . Eso, por supuesto, es la visible palabra "Infinito" sobresaliendo en tinta negra de mi muñeca izquierda. Intentando contener las carcajadas, tomo una bocanada de aire y le respondo lo más educadamente que puedo, que mi madre dejó de opinar sobre que hago desde que cumplí los treinta, por aquello de respetar cierta autonomía mental. Pero la respuesta no parece satisfacer a este caballero quien me vio de niña y que al parecer no ha asimilado bien la idea que crecí. Con un gesto casi ofendido me señala la muñeca: "Eso es de gente rara" . Sentencia. Vuelve la cabeza. De hecho no me vuelve a dirigir la palabra hasta que baja del elevador y me dedica un rápido cabezazo de despedida. Y allí me quedo yo, entre sorprendida y divertida, un poco escandalizada, no por la actitud del hombre, sino por esa visión de lo "raro" y lo normal que al parecer es moneda común en nuestra cultura.

* En el Supermercado, dos días después de tatuarme la muñeca izquierda: Empujo el carrito, caminando por los pasillos, un poco adormilada. Son las 9 de la mañana del domingo y realmente, no soy una persona matutina. Llevo una camiseta cualquiera, unos jeans arrugados y unas zapatos de deporte que no soportan otra postura sin pasar por la lavadora. Como cualquiera otra de las sesenta u ochenta personas que decidieron realizar su compra semanal a la misma hora. Me detengo - haciendo un poco de mi bailecito de la comezón - y después reviso mi lista.  Extiendo la mano para tomar un paquete de manzanas y otros de peras. Una mujer, de unos cuarenta años, observa el movimiento y el tatuaje. Y luego me mira la cara. La observo y le sonrío. La mujer sigue mirándome y después hace un gesto, mitad de desagrado, mitad de algo parecido a la desaprobación. Luego toma unas cuantas frutas y me pasa por el lado sin mirarme otra vez.

Le cuento a mi mamá lo ocurrido cuando vuelve con unos paquetes de cereal. Me escucha y luego sonríe.

- Estas convencida que todos vemos las cosas como tu - comenta - pero no es así. Para la mayoría de la gente, un tatuaje es algo extraño. Y no muy bien visto.
- Eso sería hace años - respondo de mal humor - hoy muchisima gente lleva tatuajes, piercing. No es algo que extrañe a nadie.

- Solo te comento como lo ve la porción de la población que si le extraña - insiste mi mamá. Recorremos el largo pasillo de las verduras y volvemos a toparnos con la mujer de las frutas, que de nuevo me mira, con un gesto levemente reprobador que quizá me estoy imaginando. ¿Estoy exagerando o realmente todavía la gente tiene prejuicios sobre un gesto tan personal como llevar un tatuaje en la piel? - el problema es que ustedes los jóvenes, viven totalmente convencidos que el mundo cambia con respecto a la manera como  lo miran. Y no es así. Por ese motivo sobrevive el racismo, la homofobia. Lo que no se comprende siempre molesta.

Pienso en esas palabras. ¿De verdad la opinión social puede continuar incólume a los cambios? ¿A las simples transformaciones de lo cotidiano? Sigo pensandolo incluso unos días después, cuando estoy en una panadería y la cajera me echa un rápido vistazo, curioso, a las muñecas. Pero en esta ocasión, la chica sonríe, y me devuelve el cambio con un gesto amable. ¿Que es el cambio o nuestra opinión sobre él más que nuestra manera de afrontar al mundo?

Sigo pensando en estas cosas mientras C. me delinea con cuidado las lineas del tercer tatuaje. Contengo la respiración, aprieto los ojos para soportar el irritante dolor, y de nuevo, la necesidad de expresar ciertas ideas con el gesto de tatuarme simbolos personales sobre la piel, se hace más poderosa, más simple. Quiero encontrar un significado a los pequeños gestos. Y tatuarse, es uno de ellos. El poder de la imaginación que trasciende la mera idea.

C'la vie. 

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