sábado, 14 de enero de 2012

De la historia que cuenta en tu cuerpo: La palabra Infinito en mi muñeca.








Pensé en cerrar los ojos, pero luego decidí no hacerlo: hay momentos importantes, significativos, donde es importante - significativo quizá - mirar con toda atención  lo que ocurre. De manera que no cerré los ojos y observé como la tatuadora apoyaba la diminuta aguja en mi piel y empezaba a dibujar. El dolor saltó, parpadeo, rojo y amarillo. Y luego no fue tan importante. De hecho, fue bello, fue duro, fue casi luminoso. Tuve deseos de llorar, por un poco de miedo y además por algo tan emocional que no sabría describirlo. Pero tampoco lo hice. Solo observé, con los dientes apretados, mientras un momento inolvidable comenzaba a nacer.

Y es que durante años había fantaseado con la idea de hacerme un tatuaje. Siempre admiré ese pequeña e irrevocable decisión de escribir, dibujar tu cuerpo con tus ideas más personales. Porque de eso se trata ¿Verdad? Que tu cuerpo sea un lienzo donde esos pensamientos tan personales, esas concepciones tan profundamente intimas, sean reales. Visibles. Es hablar con la piel, dialogar con el mundo a través de pequeños simbolos que expresan un concepto arraigado en nuestra mente. Inmutable. Tal vez se trate de algún recuerdo biologico, alguna historia Universal compartida que todos recordamos a medias: llevar el sol y la luna grabada en la piel, la palabra mágica, el nombre del héroe o del primer amor. Ya lo decía Jane Caplan, en su estupendo libro "Escribiendo en el Cuerpo":  "Se puede decir que el tatuaje es tan antiguo como el propio ser humano. Sin embargo, las distintas culturas que utilizaron el tatuaje lo hicieron de distintas maneras; tanto como arte, en el sentido de creación de significados rituales o simbólicos, como ocurría en el Antiguo Egipto, como para marcar o señalar a los criminales, que es el caso de las antiguas Grecia y Roma. Incluso se cree que, por su posición en el Hombre de Hielo, las marcas cumplieron un fin terapéutico".  Porque hay un poco de elaborada necesidad de comunicarte, eso de escribir sobre ti mismo tu propia perspectiva de las cosas, como hacíamos de niños, con esa inocencia diáfana, la necesidad de hacernos entender. Sin duda, hay un poco de magia, pero sobre todo convicción. Llevar para siempre el mensaje de tu mente bien visible, como una huella de honor, una radiante conclusión a toda una serie de preguntas y circunstancias. Porque eso somos, nuestra propia historia.

Y exactamente, eso sentí: mientras la palabra "Infinito" aparecía en mi muñeca, palpitante, nacida de un poco de dolor, tan clara como la habia pensado tantas veces. Las esperanzas infinitas que he soñado con los brazos abiertos al cielo de la mañana, la felicidad infinita cuando tomo una bocanada de aire con una cámara entre las manos, la infinita satisfacción al leer la primera línea de un libro. Y es esa necesidad de pensar en lo eterno, en lo que carece de limites, lo que me hizo querer expresarlo, contarlo en mi cuerpo, para recordar que cada día comienza con infinitas posibilidades, con esa enorme idea de crear y construir tu propio camino. A partir de una idea recorriendo tu propia perspectiva del mundo.

Me asombro la simplicidad del proceso y su belleza. Poco a poco, la palabra se delineó, apareció  en mi piel, se hizo real. Y el sobresalto, la ligera sensación de incredulidad que sentía al comenzar todo, se transformó en una gran sensación de felicidad. Una Infinita, sin duda, sensación de posibilidades, abriendose en todas direcciones a partir de mí. 

Cuando todo acabó, levanté el brazo para mirar la diminuta obra terminada. La palabra "Infinito" brillaba en mi piel, un poco enrojecida e hinchada. Y pensé que recordaría aquel el momento para siempre, como el tatuaje. Una sensación casi mística, hermosa, personal. Un momento que duraría para siempre, como las palabras de los libros que amo o mis fotografías. Una historia que se escribe, solo que esta vez, en mi piel.

C'la vie. 

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