viernes, 4 de marzo de 2011

La quimica y otros avatares de la convivencia




Ayer, una de mis amigas más queridas, me hizo un comentario al respecto a la antipatia que me despertaba cierto conocido en común. Al parecer, le parecía bastante extraño que pudiera resultarme insoportable sin una razón concreta, lo cual, bien mirado es una idea coherente: en teoria nadie podría molestarte sin una razón concreta, más aun cuando el grado de convivencia es tan limitado, que la única razón plausible tendría que ser una idea concreta. Pero en mi caso, ese motivo especifico parece no existir. De hecho, ni yo misma entiendo muy bien porque el caballero en cuestión me es completamente insoportable. Por lo tanto, la pregunta - y el razonamiento subsecuente - es el natural: ¿Existe algo más que la simple convivencia que pueda determinar si dos personas puedan ser afines o no?

Se habla de quimica, de afinidad, de simpatia y complicidad. Investigando un poco, al parecer la idea de la antipatia - o simpatia gratuita - no es nueva. El concepto del "parentesco de espíritu" no es del todo nueva y desde los griegos en adelante, todos los grandes filosofos se han preguntado que signa esa comunión de ideas y pensamiento entre dos personas. ¿Una misteriosa interacción emocional? ¿Un intercambio intelectual tan profundo e intimo que pueda dar sentido a esas pequeñas casualidades? La cuestión continuó al parecer intrigando a grandes pensadores de la época. Newton se lo atribuyó a alguna cualidad "misteriosa" de los cuerpos que se atraen - o al contrario, se rechazan - sin explicación plausible. Darwin habló sobre correspondencias biologicas. Pero la cuestión siguió sin resolverse. Más adelante, y a medida que la convivencia humana se hizo más solitaria y selectiva ( y recordemos que hasta la época Victoriana, la sociedad era eminentemente comunal ) la pregunta comenzó a tener un posible ingrediente social y como se habia sospechado en diversas investigaciones un poco antes,  biologico. Freud teorizó que la simpatia y su contraparte, la antipatia, no era más que una manera de concresión de nuestras ideas más profundas sobre nosotros mismos, a saber: Nos resulta más simpático lo que podemos caracterizar como propio, o comprender como personal. Y en contrapartida, nos es desdeñable lo que simplemente no comprendemos. Con toda seguridad, de allí deriva la idea moderna que   La afinidad es caracterizada por altos niveles de intimidad e intercambio, usualmente en grupos cercanos, también conocidos como grupos de afinidad. Probablemente es una manera muy cientifica de dirimir un asunto tan viejo, pero tiene sentido cuando ocurren esos pequeños episodios de afinidad instantánea ¿Amor a primera vista? ¿Amistades inmediatas? y el fenómeno contrario: terribles antipatias sin razón aparente.

Todo este razonamiento me hace sonreir. ¿Hasta donde llegó nuestra necesidad de desmenuzar incluso las emociones más abstractas para poder comprenderlas? Seguramente todos necesitamos afianzar nuestra comprensión del yo a través de conceptos coherentes y comprensibles, pero aun así, ¿tiene algun sentido intentar estructurar las ideas más personales en una especie de formula matemática? No lo sé, pero sin duda seria más cómodo creer que todo sentimiento tiene una explicación - o podría tenerla - o al menos un sentido concreto que pueda permitirnos comprendernos con más claridad de donde proviene.

Quién sabe, tal vez nunca encontremos la respuesta.

Y mientras tanto, seguiré frunciendo la nariz cuando el insigne caballero a quién "detesto" sin razón aparente esté cerca y no podré menos que tacharme de probablemente estar loca por hacerlo, aunque a la distancia, no dejo de preguntarme si es necesario una explicación que justifique la simple idea.

C´la vie.

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