martes, 11 de enero de 2011

Un enigma raquídeo.

 
 
Muchas veces, cuando admiro la obra Sancta Lilias, ( circa 1874 ) de Dante Gabriel Rossetti, actualmente se encuentra en colgada en los pasillos de la Tate Gallery de Londres, siento un tipo de felicidad casi impúdica: Una sensación de fascinación estupefacta, la leve idea que la belleza y la abstración de la memoria son partes de mi perspectiva de la verdad. Pero ¿que es la verdad en realidad? Solo lo que puedo concluir a través de la anécdota, en medio de una noche soterrada y personal, una sonrisa inquieta, esta sensación primigenia, casi lúdica de puro placer intelectual. Sí, esa podría ser una verdad, pero creo que tampoco lo es. Así que la simple especulación continua oculta en algún lugar de mi memoria, esperando ser descubiera en un momento de inspiración.

Una divagación crasa, claro está.

Sacudo la cabeza, un poco desalentada. Mi cabello lleno de pequeños rizos, me hace recordar una pequeña anécdota que leí hace años en un libro de texto de Rainer Hagen: "para los pintores prerrafaelistas la belleza era una busqueda metódica entre la estética natural y una cierta idealización de un ideal imposible. De hecho, durante la etapa de mayor furor del estilo, la belleza tuvo el rostro de una mujer pálida, de cabello rizados y ojos grandes. Una creación por fuerza, carente de cualquier matiz o particularidad especialmente reveladora". Ah, por un momento, la sensación de irreal vanidad casi me resulta insoportable, pero finalmente solo puedo reir, ante la suprema necedad de la busqueda del hombre por hacer retroceder el caos mediante el simple método de soñar con algún tipo de orden más allá de un mero esfuerzo de imaginación. Suspiro, cierro los ojos, trato de dormir, pero sé que no lo lograré. La satisfacción se hace torva, inalcanzable, casi un ideal irrealizable.

¿Una quimera arquétipica tal vez?

Quién podría decirlo.

C'e la vie.

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