martes, 4 de mayo de 2010

Bajo el Fuego, estatua de sal.


Todos los dias despierto con la sensación que debo escribir algo especialmente significativo, en un intento de describir la manera como se transforma habitualmente mi personal mitologia. Es un vicio, tal vez una especie de hábito que muchas veces me produce angustia y desconcierto. Escribir en realidad es una expuréa muestra de alegria y tristeza, una ligera desesperación que se manifiesta a través de imagenes negras y blancas. Un periódico antiguo, un libro de las sombras tan intimo que todos los días se transforma en mi imaginación.

Una forma de arte, tan dolorosa como cualquier otra.


Hoy soñé con una de las obras de Canaletto. La vi tan claro que desperté con la impresión que aun podía saborear sus magnificos colores y fugas: Vista del centro de Dresde desde el puente de Neustadt. Fue una sensación magnifica, no solo por la belleza de la obra sino además, que representa un lugar especifico que en si mismo es un hito histórico. Asi que fue soñar con una cristalina grieta de la cronologia universal y una magnifica visión de un hombre preclaro, todo a la vez. Una imagen suspendida sobre la destruida Sajonia que jamás podría haber conocido y la que muchas veces recreo en mi castillo de la memoria.

La mayor parte de los edificios que dieron fama a la capital de Sajonia se construyeron entre 1710 y 1755, es decir, en un período de algo más de cuarenta años. El viejo rio sobre el puente Elba se amplió en esa época y adoptó sus caracteristicos arcos pronunciados. Un paranoma espléndido que hablaba sobre la prosperidad intelectual de una nación en pleno apogeo. Por aquel entonces, Alemania era un reino de sueños frágiles y florecientes, tan lleno de vida y pujante actividad que las ciudades contemporáneas la consideraban el epítome de lo que debia crear y mostrar una cultura de elevada relevancia. Una ciudad de sueños, sí, que tres siglos después fue destruida y devastada por la segunda Guerra Mundial, casi de una manera simbólica: las enormes y magnificas torres derrumbándose bajo el fuego del odio y el fuego de un tiempo nuevo.

No sé muy bien porque razón, siempre he tenido la impresión que la destrucción de Dresden fue una especie de nueva expresión de Sodoma y Gomorra: la Ira de Dios destruyendo la amenaza Nazi, transmutando la opulencia y la belleza ( simbolos de la bondad creacionista del hombre) en escombros, para eventualmente demostrar la fuerza de la muerte de un imperio falso. Un dios venial que hablaba de justicia en medio luego de ignorarla por casi 4 años. Hipocresia, como los bellos oropeles de la Dresden moribunda, sobreviviendo a duras penas bajo el dominio de la irracionalidad.

Soy amante de la belleza y la estética. Mi visión y perspectiva de vida tienen una profunda relación con mi comprensión del arte y sus diferentes manifestaciones, asi que esta obra de arte de Canaletto tiene para mi el impacto sacramental de una señal divina. ¿Acaso la bella Dresden estaba predestinada a convertirse en un simbolo de la moribunda idisincrácia totalitarista en el mundo? No sabría decirlo. Y por supuesto, no quiero decir que de alguna manera Canaletto adivinara cinco siglos antes, que la muerte acecharía a Dresden desde el aire, como una imagen de pesadilla de la presencia divina sobre una ciudad mágica. Simplemente quiero creer que tal vez el pintor descubrió un toque de fatalismo en la belleza magnifica de la ciudad, en el sueño de sus habitantes, en la creación absoluta de una fantasia que se convirtió en realidad.

El arte es un sueño de Dioses, y tal vez, quién lo traduce, es un profeta de los colores y la belleza.

Asi sea.

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