martes, 23 de octubre de 2018

Crónicas de la nerd entusiasta: ¿En que se parecen el libro y la serie “The Haunting of Hill House? Un recorrido por todos los Easter Eggs y referencias que puedes encontrar en el show.





La labor del escritor en ocasiones se ha definido como una puerta abierta al misterio, una mirada profunda y compleja sobre la identidad colectiva pero sobre todo, un reflejo de los temores más insólitos de su autor. Quizás por ese motivo, Shirley Jackson escribía no sólo sobre terror, sino también de la capacidad del miedo para mostrar nuestra humanidad. Un matiz insólito sobre el género que brindó a la obra de Jackson una nueva dimensión y una identidad propia. Para la escritora, lo tenebroso poco o nada tenía relación directa con lo sobrenatural — que asume en ocasiones casual, accidental e incluso espontáneo — y, sí, con la naturaleza del hombre y su circunstancia.

La nueva versión de su libro más conocido “The Haunting of Hill House” dirigida por Michael Flanagan, pone una enorme atención en la percepción del horror como parte de lo invisible. De la misma forma que su gemelo literario, la serie analiza el cuestionamiento sobre lo que nos aterroriza — y el motivo por el cual lo hace — con una delicadeza y profundidad que dotan a la serie de una extraña semejanza con el libro en que se basa, a pesar de la cronología por completo distinta y los cambios sustanciales en la trama de la reinvención televisiva. No obstante, la serie “The Haunting of Hill House” rinde un inteligente y osado tributo al libro pero también, a la comprensión de Jackson sobre lo sobrenatural. En conjunto, la serie analiza los elementos tradicionales de las casas embrujadas y los fenómenos inexplicables desde una perspectiva tradicional, pero añadiendo además, una mirada nueva que compone y mezcla lo emocional con algo más complejo de definir. Para Flanagan parece haber sido de enorme importancia, no sólo utilizar el libro de Jackson como contexto a la obra sino además, analizar de manera precisa la historia original para crear un telón de fondo de extraordinaria complejidad. De modo, que aunque la adaptación de Netflix no sea literal al libro homónimo, si es una formidable mirada a la concepción de Jackson sobre el horror, los dolores, las enfermedades mentales y el desarraigo emocional. Tal vez por ese motivo, la serie entera está llena de referencias al libro que podrían resumirse en la intención del director de construir una mirada de persistente belleza sobre el mundo creado por Shirley Jackson y sobre todo, su mirada siniestra sobre lo absurdo, lo terrenal y la incertidumbre.

Al principio y al final, en palabras de Shirley Jackson.
El primer párrafo del libro “The Haunting of Hill House” es uno de los más conocidos de la literatura de género y la serie lo incluye para brindar una primera perspectiva de lo que ocurrirá a lo lo largo de la serie:

“Ningún organismo vivo puede mantenerse cuerdo durante mucho tiempo en unas condiciones de realidad absoluta; incluso las alondras y las chicharras, suponen algunos, sueñan. Hill House, nada cuerda, se alzaba en soledad frente a las colinas, acumulando oscuridad en su interior; llevaba así ochenta años y así podría haber seguido otros ochenta años más. En su interior, las paredes mantenían su verticalidad, los ladrillos se entrelazaban limpiamente, los suelos aguantaban firmes y las puertas permanecían cuidadosamente cerradas; el silencio empujaba incansable contra la madera y la piedra de Hill House, y lo que fuera que caminase allí dentro, caminaba solo”.

El mismo párrafo define los límites de la novela y también los de la serie en la que parece señalar hacia dónde nos llevará el tránsito de la familia Crain a través de no sólo de su recorrido por Hill House, sino de su vida, como una versión ampliada y retorcida de los fenómenos que alberga la casa. El capítulo final de la serie, también es un homenaje claro al impactante y ambiguo final del libro, aunque mucho más edulcorado y poco convincente que la obra original. Aún así, la serie utiliza el mismo motor de ritmo y estructura del libro para elaborar una hoja de ruta a través de la historia. Una estupenda respuesta argumental, que subsana la falla evidente de un clímax pensado para un medio por completo distinto al literario.

Un eco reconocible:
Una de las referencias más claras de la serie con respecto al libro original, es el uso de los nombres de los personajes. No obstante que la línea argumental principal es por completo distinta al libro, los nombres logran crear un hilo conductor que vincula con sutileza lo que se muestra en pantalla con la versión original. El más obvio, es por supuesto el de “Nell” — abreviatura de Eleanor Vance — nombre de la protagonista del libro de Shirley Jackson y que en la serie, conserva la mayor parte de los elementos reconocibles del personaje original. Los hermanos de Nell, además, también llevan los nombres de otros personajes del libro: Theo y Luke forman parte de la trama de Jackson y en la serie, tienen el mismo peso argumental que en la versión literaria. Además, Flanagan parece haber profundizado en la mitología de todas las anteriores versiones de la historia: El Dr. Montague — personaje esencial en la novela — también forma parte del Universo creado por la serie de Netflix y está interpretado por el actor Russ Tamblyn, que formó parte de la la adaptación de 1963 del libro de Jackson.

Por supuesto, la referencia nominal más llamativa es el apellido de la familia Crain: en la novela de Shirley Jackson, Hugh Crain es el patriarca siniestro que construye Hill House y de hecho, centro esencial de la historia. Jackson crea una mitología propia y elabora una idea esencial sobre el bien y el mal basada en la personalidad del hombre, descrito en la novela como “el horror encarnado como un hombre cerril y silencioso”. En la serie, es el padre errático, confuso y por momentos ambiguo. El resto de la familia Crain, es también una inteligente mezcla entre lo literario y lo esencialmente televisivo, lo que da como resultado, una mirada alegórica que no desmerece el argumento original. Pero además, Flanagan y los guionistas de la serie, parecen lo suficientemente familiarizados con los personajes de Jackson como para crear pequeñas coincidencias referenciales de enorme inteligencia: Los los Dudleys — la pareja que está encargada de la vieja Hill House mientras permanece vacía — son un reflejo exacto de sus pares en el mundo literario. Una y otra vez, la serie parece decidida a construir una reinvención del icónico libro a través de una serie interconectada de referencias bien planteadas que convierten al argumento del show en un reflejo consciente de su referente inmediato.

Theodora: Inevitable y ambigua.
De la misma manera que Nell, el personaje de Theodora es una reinterpretación muy cercana a la original imaginada por Jackson para su libro. De la misma forma que en el libro, la Theodora televisiva tiene capacidades psíquicas y una sexualidad ambigua que Jackson insinuó en su libro pero debido al temor a la censura, fue limitado a unas cuantas insinuaciones poco claras. No obstante, en la serie Theodora es abiertamente lesbiana y es quizás esa evolución del personaje — o esa conclusión elegante a lo que probablemente fue la idea original de la escritora — lo que hace aún más interesante el juego referencial que Flanagan utiliza en la serie.

Una bienvenida inquietante:
Una de las conexiones simbólicas más evidentes entre libro y serie, es la existente entre los mensajes que el personaje “Nell” encuentra en la casa en diferentes capítulos de la serie y la forma como en la novela, los episodios más aterradores están relacionados con palabras y frases escritas en los pasillos y paredes. Pero, mientras que Jackson recurre de nuevo al recurso de no prodigar demasiadas explicaciones al momento de construir una escena, Flanagan decide mostrar a través de Theo la autoría — o mejor dicho, el extraño origen — de la serie de mensajes escritos con tiza roja que llenan los pasillos y habitaciones de Hill House. Flanagan y su equipo parecen haber tomado en cuenta también, el hecho que para Jackson, lo sobrenatural tenía una estrecha relación con las pequeñas vicisitudes que rodeaban a sus personajes, lo que convertía a lo verdaderamente terrorífico en pequeñas escenas cotidianas con un reborde maligno. Lo tétrico no es el motivo ni el objetivo central de su obra, sino algo más cercano a la amargura y al miedo. Al horror reconvertido en algo más abrumador y doloroso. Una mezcla de frustración, apatía y angustia que transforma cada una de sus novelas en una percepción hórrida sobre los dilemas existenciales corrientes. La prosa de la escritora se convierte en paisajes anómalos y deformados de lo cotidiano. Una mirada a los infiernos invisibles poblados de rostros comunes. La serie toma el testigo y elabora una perspectiva sobre lo temible muy cercano a pequeños hallazgos trágicos, que redimensionan el hecho del terror hacia algo mucho más profundo, emocional y privado.

Una conexión inevitable:
Quizás, los únicos personajes extraídos directamente del libro y que forman parte de la serie sin sufrir cambio algo, son los Dudley, que además parecen tener el objetivo de establecer una conexión directa entre novela y el producto televisivo. Flanagan tomó la acertada decisión de conservar los nombres, ocupaciones y el vinculo casi cognoscitivo que los personajes mantienen con la casa. La pareja, además, sostiene cierto discurso tenebroso que se desliza debajo del argumento principal como ideas elaboradas a partir de algo más complejo y difícil de comprender. De hecho, en el primer episodio — titulado “Steven ve un fantasma” — es una copia fiel de las líneas que describen a los personajes en la novela original: “Nadie se acercaría más que eso. Así que sí, vivían solos. En la noche, en la oscuridad”

La muerte en todas partes:
La violencia sugerida forma parte de buena parte de la obra de Jackson, pero sobre todo, la concepción eminente y elocuente de la concepción del miedo como un peldaño en medio de una meditada estructura que se hace cada vez más enrevesada y compleja. Además, para la autora, la muerte y las mujeres, parecen forman parte de una única línea argumental que usa para delinear un punto de vista atroz y audaz sobre lo terrorífico. No obstante, no se trata de una predilección de género o una opinión de la escritora sobre lo femenino, sino algo mucho más orgánico y complejo. Las mujeres en la obra de la escritora son elementos imprevisibles que transforman la narración en un recorrido sorprendente y lleno de matices. Las describe llena de delirios, angustias y debilidades. Flanagan apuesta por la misma idea y logra una conjunción de perspectivas sobre la mujer y la muerte que crea un reflejo inevitable del libro, pero también una dimensión original sobre la idea esbozada por Jackson en su novela. Sus personajes tan poderosas, inquietantes y macabras como sus homónimas en papel, pero también, plasma la percepción que Jackson tenía sobre lo femenino: un elemento incontrolable y salvaje de enorme valor argumental. Las mujeres de Jackson son fuerzas de la naturaleza: incógnitas y reflejos de lo incierto y lo tenebroso. Al contraste, muestra a lo masculino desde lo previsible. Simplificaciones casi maliciosas que logran crear una rara tensión insólita al fondo de cada narración.

Los misterioso como una expresión de belleza:
Con frecuencia Jackson escribió sobre la brujería y las prácticas paganas en Nueva Inglaterra y se aseguró de dejar en claro que no sólo los conocía de manera académica, sino que además, era una sincera practicante de ritos antiguos. Para Shirley — la provocadora, la mujer extraña que logró aterrorizar a una nación con un único cuento — la idea de la bruja era algo más que una mera anécdota histórica. Cuando su marido bromeó con la presa al declarar que «se había casado con una mujer maligna, una bruja» los periódicos se lo tomaron en serio y Shirley también. Con su habitual y sardónico sentido del humor, Shirley admitió, a quien quisiera escucharla, que desde niña había practicado vudú y que tenía una amplia experiencia en conjuros y hechizos. «Llevo la maldad como una marca», llegó a decir, para horror y fascinación del público que por entonces ya le temía y admiraba en partes iguales.

La serie juega con elementos de brujería y también, con una proyección ideal sobre el bien y el mal que elabora algo más perspicaz que simples posturas morales. La serie crea secuencias enteras de cuestionamientos sobre la naturaleza de las fuerzas que habitan en la casa — y su capacidad para confundir y aterrorizar — y también, construye una mirada elocuente sobre el hecho del miedo como algo más enigmático que una mera reacción emocional. La serie parece mucho más interesada en meditar sobre el miedo como una idea que se hereda — o en todo caso, vincula — que en cualquier otra cosa.

Lo cotidiano como un hecho terrorífico:
En una ocasión Shirley Jackson dijo que sus monstruos siempre sonreían. Que habitaban en las relaciones de familia, en los círculos de amistades, en los polvorientos rincones de las casas que la escritora imaginaba como una visión del miedo y la belleza. Sus criaturas son hombres, mujeres y niños, la mayoría de aspecto agradable, con un retorcido sentido del humor y una conciencia de sí mismos que sorprende por su agudeza. Y entre toda esa placidez burguesa, habita un dolor y una maldad de enorme densidad. Capas tras capa de sufrimientos, frustraciones y temores convertidos en una oscuridad plausible y conmovedora. La serie recurre a la misma concepción sobre el terror y todos sus fantasmas y rostros escondidos entre las paredes, forman parte de una mirada mucho más vehemente sobre el miedo convertido en algo más elocuente y doloroso. De hecho, la serie tiene el mismo elemento coloquial de dura alegoría sobre la realidad que le rodea que identifica a la obra de Jackson. Cada una de sus obras se sostiene sobre un elemento mágico que se hace cada vez tenebroso a medida que la narración se hace más compleja pero también humana. Para la autora, la fuente de inspiración primaria no era lo sobrenatural sino las pequeñas vicisitudes que le rodeaban, convertidas en pequeñas escenas cotidianas con un reborde maligno. Lo tétrico no es el motivo ni el objetivo central de su obra, sino algo más cercano a la amargura y al miedo. En la serie “The Haunting of the Hill House” el horror se convierte en algo más abrumador y doloroso. Una mezcla de frustración, apatía y angustia que transforma cada una de sus novelas en una percepción hórrida sobre los dilemas existenciales corrientes. La prosa de la escritora se convierte en paisajes anómalos y deformados de lo cotidiano. Una mirada a los infiernos invisibles poblados de rostros comunes. La serie lo traduce con planos secuencia que apelan a una cierta claustrofobia y al horror, traducido en escenas largas en las que los personajes parecen perdidos en la confusión de los innumerables pasillos y habitaciones de “Hill House”. Todo un homenaje al horror en estado puro que siempre analizó la escritora.

Quizás el éxito de la serie radica directamente en esa percepción de Jackson sobre la naturaleza humana: Un valle tétrico poblado de monstruos sonrientes. Una enorme casa cuyas puertas no conducen a ninguna parte, sus habitaciones son más grandes de lo que aparentan y en las que el horror habita como una sombra sonriente. Una extrañísima combinación entre lo temible y lo vulgar que sólo el talento de Jackson pudo conjugar en una mirada ambigua sobre la realidad y que la serie de Michael Flanagan supo comprender de una manera brillante y siniestra.

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