jueves, 30 de agosto de 2018

Crónica de la nerd entusiasta: Todas las razones por las que deberías leer “Doctor Sueño” de Stephen King antes que llegue su adaptación al cine.




Los Universos literarios suelen ser complicados de elaborar, por una razón bastante simple: necesitan persistencia. El escritor debe persistir — con esa fiebre sin nombre y en ocasiones, sin sentido — en ampliar sus propios horizontes y elaborar algo más detallado que esa primera noción que inspiró la célebre primera línea de toda obra. De modo que un Universo literario, desafía no sólo al lector — a seguir las huellas, nuevas fronteras y episodios recién nacidos página tras página — sino también al escritor, que debe enfrentarse al hecho de elaborar su propia visión sobre los mundos que crea de una manera por completo distinta.

A Stephen King se le da especialmente bien crear Universos. No sólo gracias a la Saga “The Dark Tower” (obra constitutiva y génesis improbable de la mayoría de sus novelas) sino en su necesidad de brindar profundidad a las preguntas que la última página de cualquier novela deja sin responder. ¿Qué ocurrió con ese querido personaje que seguimos afanosamente capítulo a capítulo? ¿Qué ocurrió con el pueblo que aprendimos a conocer como si de un lugar real se tratase, desde sus misterios hasta sus miserias? Sin duda, King conserva el suficiente pulso narrativo para crear algo más que las narraciones nucleares de todas sus historias y más allá de eso, para elaborar un discurso consistente que desborda cada una de ellas.

Tal vez por ese motivo, no le sea en absoluto complicado volver a viejos escenarios. Sobre todo, los que incluso a la distancia crearon una percepción muy nítida de la intención de Stephen King sobre el miedo, la belleza y el horror. Como esa escena en la que un niño avanza pedaleando en su pequeño triciclo en un largo pasillo tapizado. Con los hombros encorvados, el rostro contraído — ¿de preocupación? ¿de miedo? — el pequeño Danny Torrance avanza de corredor en corredor mientras el Overlock observa. De pronto, en una vuelta inesperada, se detiene: Una puerta cerrada invita a ser abierta. Una puerta que parece contener todos los secretos del Hotel que les cobija (y les contempla con el aire malicioso y envilecido de un depredador silencioso) y los de su padre, atrapado en la fina telaraña de terrores invisibles que se extiende a su alrededor. El niño observa y la atmósfera parece espesarse, hacerse irrespirable. Porque hay algo aterrorizante en la visión, en la quietud ultraterrena de las niñas que no deberían estar allí y la mirada asombrada del niño sobre el triciclo. Y de pronto, la imagen parece alargarse, hacerse enorme y contundente. Porque lo sobrenatural tiene un brillo propio, una identidad ineludible. Y ese silencio que envuelve la escena, con las niñas simplemente de pie y tomadas de las manos mientras Danny las observa, lo abarca todo. Tiene su propio peso y su propia cualidad inquietante. La normalidad rota en lo inexplicable.

Como cualquier cinéfilo que se precie sabrá, la escena que describo más arriba forma parte de la película “El Resplandor”, pieza de culto dirigida por Stanley Kubrick y que aterrorizó a toda una generación y que aún continúa provocando uno que otro sobresalto. La película, alabada por su fría belleza y su directo manera de presentar el miedo, es sin embargo una pálida sombra de la obra en la que se basó. El libro “El Resplandor” con su prosa directa de un Stephen King en plena forma, expresa de forma mucho más profunda y compleja la raíz del temor del hombre, esa oscuridad que subyace en la mente, más allá de toda racionalidad. Muy probablemente tanto libro como película se complementan para crear un discurso nuevo sobre el miedo: el monstruo hombre, la victima de la circunstancia que se escuda en la violencia. No obstante, el Resplandor, como obra literaria, ofrece quizás una visión mucho más completa y dura sobre esa escandalosa caída al infierno que padecen sus protagonistas, atrapados y devorados por un monstruo invisible encarnado en el mítico Hotel Overlock.

Tal vez por ese motivo, cuando Stephen King anunció que escribía una secuela de la historia, los devotos a la novela, a su ambiente enrarecido y opresivo, al horror que nace de esa progresiva caída en el desastre cotidiano, se preocuparon. Y con razón; El Resplandor es considerada una de las novelas más terroríficas del pasado siglo, reverenciada no solo por su capacidad para elaborar un discurso poderoso sobre el origen del miedo y la violencia como parte del espiritu humano, sino combinarla con una visión de lo sobrenatural como eminentemente maligno. Con gran pulso, King logró en “El Resplandor” combinar esa visión pesimista del hombre moderno, la caída en desgracia del héroe cotidiano y además recrear de manera muy convincente el terror tradicional, construir un lenguaje donde el miedo forma parte de cada elemento que forma parte de la narración. Porque en la historia que cuenta “El Resplandor” no hay inocentes, quizás solo victimas propiciatorias de un demonio tan viejo como abstracto: el mal sobrenatural en estado puro. Ese terror que nace de la brecha entre lo racional y lo que no lo es, lo que se esconde más allá de lo que asumimos evidente y lo que tenemos pueda esconderse junto en el límite de lo que podemos comprender.

De manera que la pregunta lógica que cualquier lector del libro podría formularse ante la posibilidad de una secuela es obvia: ¿Podría Stephen King mantener no solo la fuerza de la historia que se cuenta sino además añadir algún elemento nuevo que la haga atractiva la reinvención? Un planteamiento riesgoso de origen: porque para bien o para mal, “El Resplandor” tiene una identidad que parece indivisible de esa visión helada de la maldad que se desliza al borde de la locura, ese dicurso intimista sobre la frustración y el dolor del cual se ceba el mal sobrenatural. ¿Qué podría agregar el autor a la idea? ¿Podría profundizarla? ¿agregar nuevos planteamientos? ¿Y que ocurre con esa noción de la historia única, de la narración que encaja como un mecanismo invidisible? En otras palabras ¿Qué quedaba por contar dentro de la Historia que cuenta el libro “El Resplandor”?

El propio escritor. En sus palabras, durante años, muchos de sus lectores le preguntaron sobre qué había ocurrido con Danny Torrance, el niño que sobrevive junto a su madre al infierno desatado detrás de las paredes congeladas del Overlock. Admite que lo que comenzó como una idea apenas esbozada, comenzó a obsesionarle: ¿Qué podría estar haciendo el hoy adulto Danny? ¿Cómo sobrevivió a sus recuerdos de la terrible experiencia que padeció bajo el asedio del mal y el terror? Finalmente, la necesidad de contar la historia fue insoportable para King: “Quería contar la historia detrás de la historia de “El Resplandor, de los huérfanos del miedo y lo que ocurrió después”, comentó en una reciente entrevista. Y es que quizás era el momento idóneo para hacerlo: luego de resucitar en las cenizas de sus propios errores y aciertos, el escritor estaba listo para crear una historia que a pesar de estar basada en la original, tiene su propio brillo y profundidad.

Porque “El Doctor Sueño” es una historia de terror a toda regla, en la tradición de las mejores obras del escritor. Pero también es una secuela propiamente dicha de “El Resplandor”: hay constantes referencias a la historia original y sobre todo, una mirada renovada a los personajes y al planteamiento pesimista de la novela. Pero también es algo más: una visión mucho más cruda y esencial sobre el mal, sobre la raíz del miedo que en el Resplandor solo se esbozaba a medias. En su secuela, la perspectiva es mucho más cruda, directa: Muy probablemente gracias a los matices de un Danny Torrance adulto, consumido por su propia historia y enfrentándose a sus propios demonios. O tal vez se deba a que el escritor construye una nueva perspectiva del mal en Estado puro que permite al lector mirar lo ocurrido en “El Resplandor” desde otro ángulo: uno mucho más inquietante y también personal. Y es que King, con su prodigiosa habilidad para contar historias y construir atmósferas, logra una nueva revisión de esa necesidad del mal como reflejo del hombre y su circunstancia.

¿Qué podrá encontrar entonces el fanático lector de Stephen King en “El doctor Sueño”? Probablemente mucho más de lo que esperaba: el autor logra crear todo un nuevo replanteamiento sobre la historia original. Quizás se lamente un poco la perdida de la profundidad argumental en beneficio de la argumento central y preocupe un poco la manera como la historia parece avanzar en ocasiones con cierta torpeza. Aún así, el escritor no pierde el norte: La narración se alimenta de pequeñas referencias no solo al universo de “El Resplandor” sino que además, crea uno propio: entre ambos, hay una interpretación del miedo mucho más elemental y evidente que lo que fue en “El Resplandor”, pero igualmente efectiva. El temor ya no forma parte de una idea sobrenatural abstracta, misteriosa y que se crea a medida que los personajes se adentran en él, sino que lo maligno — como figura y elemento narrativo — existe más allá de eso: lo inquietante que se opone a lo puramente racional. Lo que se esconde entre las sombras, el monstruo venido de la oscuridad para atemorizar.

Quizás lo que mejor pueda describir la visión del terror del “Doctor Sueño” sea la última linea de su epilogo, en donde su autor, además de explicar con su habitual buen sentido del humor, la experiencia de escribir sobre personajes tan significativos en su carrera como escritor, deja bien claro que el miedo, siempre podrá reinventarse: “Siempre habrá oportunidad de preguntarse quien te mira desde la oscuridad” concluye. Y añade, casi en tono burlón: “O qué”.

El miedo como una grieta siniestra en la cotidianidad.

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