martes, 17 de julio de 2018

Crónicas de la loca neurótica: Todo lo que deberías saber sobre el insomnio y nadie te ha dicho.






Tendida en la oscuridad, contemplo el juego de luces y sombras que se mueven en el techo de un lado a otro. Es la tercera noche en que no he logrado conciliar el sueño — no más de dos o tres horas, a lo sumo — y comienzo a sentir el extraño cansancio casi doloroso que trae consigo la prolongada vigilia. De forma que me quito las sábanas del cuerpo, me levanto de la cama y camino de un lado a otro. Tengo una ligera sensación de malestar: no me encuentro completamente alerta pero tampoco, por completo somnolienta. Sólo me siento profundamente cansada, tanto como para sentir que me lleva esfuerzos pensar y razonar con claridad.

Tomo un libro, comienzo a leer. Me lleva más esfuerzo de lo normal concentrarme en la historia. Mi mente divaga en preocupaciones, inquietudes y terrores. Me encuentro leyendo el mismo párrafo en más de una ocasión, mientras analizo la situación del país, la incertidumbre hacia el futuro, mis pequeñas y grandes preocupaciones diarias. La ansiedad me sofoca y me encuentro caminando de un lado a otro, con las manos temblando de nerviosismo, los ojos muy abiertos en la semipenumbra. El cuerpo rígido de angustia. Esta será otra noche en blanco, pienso inquieta. Otra de tantas desde que recuerdo.

Por supuesto, soy una insomne veterana. Lo he sido desde que recuerde. De niña, era la pesadilla de cualquier padre: pasaba horas despierta, jugando, gritando y saltando, mientras mi angustiada madre intentaba encontrar una manera de convencerme que debía dormir. Más o menos en la adolescencia, mi inquietud nocturna recibió un nombre que no sorprendió a nadie “Insomnio crónico”. Mi médico explico que se trataba de un desorden hormonal y que tenía severos problemas para llegar al sueño profundo. Mi madre se preocupó, pero a mi me encantó la idea. Ya con doce años cumplidos era una veterana del insomnio, una asidua a la vida en vigilia. Sobreviviente al sueño, pensaría después.

Porque cuando eres insomne, el mundo resulta completamente distinto que para cualquier otra persona. Y no, no exagero. El insomnio te hace mucho más consciente del tiempo, del transcurso de las horas y sobre todo, de como utilizas esa otra versión del mundo que descubres casi por casualidad. En mi caso, muy pronto tuve claro que esas horas nocturnas inútiles, era una manera de autodescubrimiento. Y sin llegar a la complicación filosófica, de diversión continúa y privada. E incluso algo más sustancial: te brinda la oportunidad de analizar el mundo desde el reverso, desde la idea que pocas veces se nota, un hilo marginal siempre nuevo. Probablemente se deba a que no dormir, niegue cierta naturaleza de las cosas, una idea muy sutil que no analizamos con frecuencia.

De manera que siempre fui la niña que permanecía despierta incluso cuando los adultos iban a dormir. La que esperaba en la oscuridad, impaciente y aburrida, mientras el resto del mundo roncaba ruidosamente. La que caminaba por la oscuridad aterrorizada y que luego dejó de temer por la simple razón que terminó encontrándose a gusto en la penumbra. Ya por entonces leía, en esas interminables horas nocturnas y disfrute de esa silencio interior y exterior que brindó a cada palabra un nuevo realce, que las dotó de una importancia novedosa. Nada como una historia que te asusta a medianoche o que te conmueve hasta las lágrimas antes del amanecer. O que flota, en esas horas muertas y calladas de la madrugada. Después descubrí el cine — o el cine me descubrió a mi — y el insomnio se pobló de personajes, paisajes e historias. De las extraordinarias y dementes elucubraciones de Luis Buñuel a la maravilla visual de Kubrick. Y mucho espagueti Western, con sus parajes desérticos y sus vaqueros pistola en mano. Y terror, claro que sí: del puramente visual, del que te produce escalofríos. Todo en la noche tiene mejor sabor.

Pero también, hay un lado incómodo y sofocante en las horas interminables del insomnio. La que llena la ansiedad, el miedo, el desconcierto. Porque las horas de vigilia también brindan terreno fértil a los pensamientos más angustiosos, a los más incómodos. Recuerdo noches enteras de mi adolescencia, plagadas de temores, inquietudes, la sensación que mi mente era un espacio incontrolable y fortuito sobre el que no ejercía el más mínimo control. En ocasiones, ese caos interior — un término que parecía describir la súbita sensación de miedo y desconcierto que me atacaba durante el insomnio — era tan sofocante como para no sólo evitar el sueño sino para hacerme sentir prisionera de mi propia mente. Una sensación sin sentido, sin forma, sin limite. Mis pensamientos convertidos en algo parecido a un singular mapa de ruta hacia mis peores temores, los recónditos. Los más punzantes.

Crecí, por tanto, en cierta frontera de la normalidad. Recuerdo que cuando visitaba a primas y amigas, les sorprendía mi energía nocturna, esa necesidad mía de deambular de un lado a otro cuando debía empezar a bostezar. A mi prima M. sobre todo, matutina hasta la médula, le desconcertaban mis hábitos insomnes. Le parecían incomprensibles.

- No puede ser que nunca tengas sueño — me insistía — ¿No necesitas soñar un rato?
- Siempre sueño — le expliqué — con los ojos abiertos. A toda hora. Por eso leo y escribo.
- No es lo mismo.
- Claro que lo es.
- ¿No te agotas?
- Siempre estoy cansada. Pero vale la pena.

Porque para mi lo valía. Una idea banal que supongo resume esa visión un poco infantil que durante toda mi adolescencia tuve sobre el insomnio. Y es que realmente, por mucho tiempo pensé que valía la pena ese espacio de horas muertas, esa capacidad de ir contra el mundo diurno a mi manera. Hasta que descubrí — o mejor dicho, admití — que el insomnio es también un padecimiento. Uno que te hace agota, que puede ocasionarte más de un trastorno preocupante: desde cosas tan simples como problemas de atención hasta tan graves como aumento de peso y padecimientos estomacales. Ya por entonces, me encontraba en los primeros años de la veintena y el insomnio había dejado de parecerme divertido. Incluso intrigante. Y no obstante, continuaba disfrutando de esas horas secretas de lecturas, de ese descubrimiento — cámara en mano — del mundo en sombras. Era una combinación de lo que puede preocuparte en tu cotidiano y lo que asumes como parte de tu vida. Una confusa mezcla entre esa versión del mundo que aprendiste a disfrutar y esa otra que inevitablemente, comienza a hacerte daño. Me llevaría años entender el limite entre ambas cosas.

Quizás por eso decidí escribir este pequeño artículo, desordenado y salpicado de un poco de locura: quizás el mayor descubrimiento de estos largos años insomnes, fue comprender que la vigilia es en realidad una forma de mirarte, un rasgo de personalidad tan válido como el color de tu cabello o cualquier otro talento que tengas. Y es por ese motivo, que los insomnes somos de alguna manera testigos de una historia que se cuenta poco. Una visión del mundo exclusiva y hasta extravagante, pero que tiene su propia identidad. Una que termina siendo la tuya y de alguna manera, parte de tu identidad.

¿Y cuales son esos diez aprendizaje que mi vida insomne me ha brindado? Los siguientes:

A conocer mi cuerpo:
No, por muy divertido y rebelde que parezca, el insomnio no es beneficioso ni productivo. Aunque la mayoría de las veces intento distraer las interminables horas sin dormir leyendo o fotografiando, con el tiempo he llegado a descubrir que el insomnio es realmente un padecimiento físico que requiere atención médica o al menos, el suficiente cuidado físico para que no se convierta en un elemento verdaderamente preocupante de tu vida diaria. De manera que aprendí — casi por accidente — a cuidar de mis valiosas horas de sueño tanto como puedo y comprender que las necesito, tanto para mantenerme saludable como en equilibrio emocional. Cuando debo dormir — o intentarlo — y como lograr un sueño plácido, a pesar de mi inquietud natural y mi desvelo perpetuo. Y es que dormir, no se trata de un capricho cultural ni tampoco una rutina social. Necesitas dormir por las mismas buenas razones que necesitas comer sano o ejercitarte. Mi médico suele resumirlo en que cada cuerpo es un mecanismo, y requiere pausas pequeñas para recobrar el ritmo.

- O lo que es lo mismo: necesitas que tu cuerpo pueda reconstruir lo perdido durante el día — me explicó en una ocasión — No todo los cuerpo se comporta de la misma manera, así que la forma más práctica de descubrir que necesitas, es comprendiendo tus propios ritmos. Hay quien tiene momentos de mayor lucidez a deshoras y descansa mejor en una rutina propia. Aprende tus curiosidades físicas y te sentirás mejor.

Tenía razón: con el tiempo, he logrado identificar mis momentos más energéticos y también los más bajos. Reconocer mis vaivenes físicos me ha permitido manejar mi insomnio hasta lograr un equilibrio entre el necesario descanso y esa otra parte de mi vida que disfruto, a pesar de todo.

El consejo del insomne para el público en general: 
¿Tienes problemas de sueño? Lo más probable es que se trate que aún no tienes un hábito personal para dormir. Intenta identificar tus horas de mayor lucidez y de mayor agotamiento. Distribuye tu tiempo y tus horas de manera que coincidan entre sí.

Todo amanecer es hermoso:
Y no solo de la manera poética. Hay una cierta sensación de renacimiento en esa hora inmediatamente anterior al primer rayo de sol. Después de años de encontrarme despierta durante los últimos momentos de la madrugada, he aprendido a disfrutar de los sutiles cambios que preceden la primera luz del día. Desde el gris opalino que comienza a elevarse en la linea del horizonte, hasta el primer azul que iluminan los primeros rayos del sol. Un espectáculo que siempre resulta vivificante, enaltecedor. Incluso conmovedor.

También he aprendido que las mejores horas de actividad mental y física son justamente durante las primeras horas del día. Por razones médicas y fisiológicas, la actividad cerebral es mucho más rápida durante la mañana: aprendes más rápido, tu organismo responde mejor al ejercicio, asimilas mejor cualquier tipo de alimento. Aprendí entonces a dormir unas pocas horas antes del amanecer y disfrutar de esa sensación de fortaleza y claridad que puede brindar las primeras horas de la mañana. Es un habito que me ha permitido — cuando logro retomarlo, claro — sentirme mucho más fuerte y lucida durante el día de lo que pudiera sentirme de dormir durante buena parte de la mañana para recuperar el sueño perdido.

El consejo del insomne para el público en general:
Aunque te parezca un contrasentido, despierta bien temprano luego de haber dormido poco. Tu cuerpo recuperará cierto equilibrio y ciclo circadiano podría estabilizarse usando el primitivo mecanismo de coincidir con la luz solar como forma de recuperar el ritmo.

Café, bendito café:
Soy una cafemaníaca confesa y estoy totalmente convencida que sin una buena taza humeante, no habría podido sobrevivir esos días lentos y confusos luego de varios días de insomnio continuado. Y sí, conozco todas las historias que acusan al café de todos los males del dormir inquieto y le culpan directamente de los desvelos de la humanidad. Pero debo decir que al contrario que la mayoría, considero al café la bebida ideal para estabilizarme luego de una noche de mal dormir. Ya sea porque la cafeína es un estimulante natural o por la simple razón del hábito insustituible, una buena taza de café te permite recuperarte de la somnolencia con más rapidez que con cualquier otro método.

No obstante, no todo se trata de mi benevolente opinión personal sobre el café. Esta demostrado que su mayor beneficio es la variedad de antioxidantes que contiene el grano y que permiten que el organismo recupere energía con rapidez. La milagrosa sustancia, llamada polifenoles, posee múltiples beneficios, incluyendo el hecho que evita la resistencia a la insulina, hormona que es la principal de la diabetes tipo II. Sólo las moras, nueces, fresas, alcachofas y arándanos contienen más antioxidantes que el café.

Por supuesto, como cualquier otra sustancia, abusar de la cafeína si puede empeorar los síntomas del insomnio, como he comprobado más de una vez a través de los años, además de ocasionarte toda una serie de transtornos físicos como nerviosismo y dolores estomacales. No obstante, un par de tazas durante la mañana es probablemente la manera más rápida de reponerte de los efectos y el cansancio de una noche en vela y lo que resulta aún mejor, de sonreír con cierto humor ante la resaca diurna. Y soy la prueba viviente de lo idóneo del método, debo decir.

Consejo del insomne para el público en general:
Y aunque soy amante del café, tal vez por el mismo motivo conozco sus efectos nocivos. Procura que la taza de café matutina no se encuentre muy cargada o con exceso de azúcar. En el primer caso podría producirte un incómodo malestar estomacal y en el segundo, acentuar los síntomas del insomne. ¿La medida ideal? Una taza de café no muy concentrado con media cucharada de azúcar.

Cuida lo que comes:
Cuando era muy jovencita, solía prepararme copiosas cenas durante la madrugada: comía enormes fuentes de pasta y salsa, o también combinaciones asombrosas de comida chatarra que terminaban provocandome un inevitable malestar estomacal. Y es que un insomnio prolongado suele producir una incontrolable ansiedad y la reacción más natural es comer, comer y comer. Lo peor del caso es que nuestro cerebro siempre tendrá predilección por comidas de alto contenido calorico y una buena provisión de dulces, que no hará otra cosa que empeorar el problema del mal dormir. Además, comer a altas horas de la noche produce problemas digestivos que la mayoría repercuten en el resto de la dieta diaria: durante años he luchado con algunos kilos de sobrepeso y sobre todo, con una pésima salud estomacal debido justamente a mis terribles habitos alimenticios provocados por mis episodios de apetito insomne.

Con el correr del tiempo aprendí que comer a altas horas de la noche es la forma más inmediata de sabotear tu dieta diaria y tu salud estomacal. Durante la madrugada y a pesar de encontrarte despierto, tu cuerpo digiere con mayor lentitud la comida, lo que puede producirte inmediatos transtornos gastrointestinales. Luego de luchar por años contra la gastritis, aprendí a manejar esos impulsos de apetito desordenado y conseguí restringir mis horarios de comida a una saludable rutina de seis comidas diarias durante el día. Y eso a pesar que continúe sufriendo esa necesidad voraz de devorar cualquier carbohidrato a mi alcance después de medianoche. No obstante, estar más consciente de los efectos que pueden producirme la ingesta calorica a deshoras, me ha hecho responsable de lo que me llevo a la boca — o que no — para distraer las horas en vela.

Consejo del insomne para el público en general:
Si estás sufriendo de un período insomne, procura no llenar tu refrigerador de dulces, bebidas de alto contenido calórico y carbohidratos. Prepara porciones de zanahoria cortada en lajas, ensaladas frías y jugos naturales sin endulzantes. Si finalmente la ansiedad te vence, no estarás saboteando tu digestión y afectando tu salud estomacal.

El arte de Procrastinar:
Durante años, aproveché mis largas horas nocturnas para leer, disfrutar del buen cine, fotografiar y escribir. Pero a pesar de que siempre he disfrutado de esa libertad de tener unas cuantas horas libres extras, no siempre el insomnio es tan productivo o útil como pareciera. De hecho, las ocasiones en que realmente puedes utilizar las horas de desvelo para crear o mantener algún tipo de actividad artistica o profesional realmente útil son contadas. La mayoría de las veces, las noche de insomnio son un larga sucesión de horas de distracción y ansiedad.

El cuerpo humano — o mejor dicho, su ritmo biológico — está estructurado de tal manera que tu atención, fuerza física y capacidad de concentración sean más altas durante el día. Cuestión de evolución, diría cualquier científico, simple efectividad, añadiría alguien más descreído. Cualquiera sea el caso, las horas de insomnio no son esa fuente de actividad y creatividad con las que todo el mundo sueña, sino que se trata de un esfuerzo adicional para el organismo y la actividad cerebral. Sobre todo, a medida que la madrugada avanza y el ritmo biológico natural se enfrenta con la necesidad de continuar despierto, lo cual suele producir confusión y cuando menos, un cansancio mucho mayor del que podría producir la misma actividad en condiciones diurnas.

Así que si deseas dormir, comienza a dejar de leer, ver televisión o estudiar. Alejate de fuentes de luz eléctrica y permitele a tu cuerpo relajarse. Deja de revisar el celular, cuchichear en Tumblr o reír con tu TimeLine de Twitter. Mi doctor suele decir que el hombre moderno nunca está completamente dispuesto a dormir, y mucho menos a desconectarse del constante flujo de información. Y que esa es la principal causa de los desvelos y problemas de sueño en la actualidad:

- Casi nadie duerme en completa oscuridad, o toma la decisión de permitirme unas horas de completa relajación — me explicó — de manera que el ritmo del sueño se modifica. Se hace liviano y sobresaltado para responder a los impulsos que nos habituamos a recibir. Somos, de alguna u otra manera, receptores constante de información y los sintomas del mal dormir son una reacción a eso.

Por supuesto, no diré que he logrado dormir durante horas sin levantarme una que otra vez para encender la televisión, escuchar algo de música o revisar mi teléfono celular. Pero si, estoy bastante consciente que si necesito un sueño reparador — y de vez en cuando lo logro — debo al menos disfrutar de unas cuantas horas de necesaria tranquilidad mental y oscuridad para lograrlo.

Consejos del Insomne para el público en general:
La mejor manera de conciliar un sueño reparador es comenzar un lento proceso de desconexión de información y de estímulos. Apaga las luces de tu habitación, deja el celular en otra habitación, cierra las cortinas. Sé que quizás te parezca incómodo o hasta superficial, pero puedo garantizarte que será la manera más rápida de asegurarte un buen descanso.

¿Consejos sencillos? probablemente, pero debo decir que son fruto de mi larga experiencia como sobreviviente al insomnio. O mejor dicho, a ese espacio extraño y en ocasiones inquietante, de mi mente en vigilia.

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