miércoles, 7 de febrero de 2018

Los mínimos horrores de la conciencia: Todo lo que debes saber sobre la película “Little Otik” de Jan Svankmajer.




La mayoría de las veces, el terror suele apelar a cierta mirada profunda sobre nuestra relación con el mundo y la forma en que racionaliza la realidad. Por eso, el género suele ser una mirada extraña y directa a cierta percepción de la conciencia dual que se sostiene sobre una profunda concepción sobre la conciencia y el miedo. El director Jan Svankmajer suele insistir en llamarse a sí mismo “un hombre “extraño” y basa esa presunción en su capacidad para traducir el mundo en símbolos e insólitos. “Engels se equivoca cuando dice que el trabajo hizo humano al hombre: fue la imaginación. Es lo que nos diferencia de los animales. Si no fuera por la imaginación, estaríamos todavía en los árboles” comentó en una oportunidad, en lo que parece ser no sólo una descripción de su manera de percibir al mundo, sino también de su tenebrosa obra.

“Little Otik” es de hecho, un gran mirada a lo alegórico, siempre desde lo siniestro. Basada en el cuento checo “Otesánek” de Karel Jaromír Erben, reflexiona sobre la maternidad, el dolor, el duelo y el odio a través de una extrañísima premisa que supone una síntesis de cierto horror metafórico: En la historia original, una raíz con forma de niño cobra y comienza a devorar a quienes le rodean con un insaciable apetito. En la película de Svankmajer ocurre otro tanto, pero el director además, analiza la percepción sobre la fertilidad femenina como una condena bíblica a la que parece anudarse cierto enigma inquietante. Desde la obsesión colectiva por engendrar — que el director ridiculiza y además convierte en una especie de sátira sobre la obligación social — hasta la presunción de la sociedad homogeneizada bajo la tradición, “Little Otik” inquieta por su cínica reflexión sobre la identidad cultural y sus consecuencias. Para Svankmajer, la sociedad es un tapiz de escenas absurdas que se entremezclan entre sí para crear individuos aplastados por el conservadurismo. Lo insiste y lo muestra a través de escenas satíricas, que sin embargo son algo más que simples burlas sobre lo que consideramos normal. Ambigua, siniestra y perversa, “Little Otik” busca algo más que transgredir y encuentra sus mejores momentos en la capacidad del director para incomodar. Lo hace además con una burlona capacidad para señalar los colectivos colectivos y llevarlos al terreno de lo mágico y lo primitivo.

Jan Svankmajer no olvida el origen tradicional de la historia de su película. De la misma manera que “Otesánek” ponderaba sobre apetitos inconfesables e incluso, terrores ocultos en la inocencia, “Little Otik” explora los terrores originarios desde un punto de vista transgresor. Las alusiones a criaturas imposibles, circunstancias extraordinarias e incluso, un pasado en esencia mágico (las referencias a la mandrágora son imposibles de ignorar) crean el contexto de un cuento de hadas macabro en clave de comedia. Pero no sólo con el objetivo de hacer reír. Svankmajer deshumaniza a los personajes, los despoja de objetivos y capacidad para discernir de la realidad y potencia la vitalidad de los objetos, más allá del núcleo inevitable de la historia. Como si se tratara de una mirada secreta hacia la dimensión de lo que consideramos verídico, el director crea un mundo paralelo donde los objetos inertes adquieren personalidad, humanidad pero también, los temibles apetitos del hombre primitivo. La transformación de lo infantil en lo macabro, la latente metáfora a los bajos instintos y la perversidad apenas sugerida, convierten la película en un espejo retorcido en la que el espectador puede encontrar un reflejo temible de sí mismo.

Pero más allá de eso, Svankmajer juega con la percepción de la realidad para construir una idea tenebrosa sobre lo que asumimos como verdadero y normal. La película se adentra en terrenos confusos y por momentos desiguales, al meditar sobre el mundo alterno de la imaginación — en ocasiones monstruoso y fascinante — al que pocos tienen acceso. Una mirada a un horror extraordinario difícil de comprender desde la normalidad chata que habitamos. Una idea temible que alcanza una refinada crueldad a medida que la historia se plantea durísimas preguntas sobre la existencia y lo que asumimos como normalidad. La fascinante mirada del Svankmajer avanza hacia un espacio simbólico, un bosque de horrores plagado de fascinantes criaturas que metaforizan los dolores intelectuales y morales del hombre con una inocencia casi originaria. No obstante, no hay nada ingenuo en su mirada perspicaz sobre la confusa naturaleza humana y sus heridas.

Con su carga de ambigüedad moral y sobre todo, su insistencia en el horror de lo que se oculta bajo capas de simbología, Svankmajer convierte a “Little Otik” en una historia digna sucesora de los macabros cuentos de hadas medievales. Pero más allá de eso, el director rompe con la visión racionalista sobre la vida, para lograr algo tan complejo que por momentos resulta inclasificable. De la imaginación a la realidad y de la inocencia a una perversa belleza, “Little Otik” es un recorrido malicioso por nuestros secretos inconfesables. Una historia oculta bajo el rostro de la normalidad.

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