sábado, 7 de octubre de 2017

Canto de la Luna radiante y otras historias de Brujería.





Hay quien dice que las brujas son tercas, malcriadas e impacientes. Que jamás se rinden, que insisten incluso cuando todo parece perdido. Que hacen lo que quieren, que son petulantes, irascibles. Apasionadas, intensas, valientes. Pero sobre todo, son fuertes. Son como una gran ola que devora, una destrucción pequeña y hermosa. Porque por donde una bruja pasa, nada será igual nunca. Nada se mantendrá en su lugar, nada será idéntico. Todo nacerá, frondoso y radiante a su paso. Todo será extraordinario, brillante y lozano, mientras camina con paso firme para encontrarse así misma.

Pienso en eso mientras relleno una planilla para solicitar un empleo. Completé los datos habituales pero al llegar a la casilla donde me piden hablar sobre mis mejores cualidades me detengo, con el lápiz apretado entre los dedos. Cuando sonrío, la secretaria que me acompaña en la pequeña oficina, levanta los ojos de la pantalla de su ordenador, curiosa.

- ¿Todo bien?
- Sí, sólo que no sé cuales son mis mejores cualidades - le explico. O mejor dicho, las sé, pero creo que es poco probable usted quiera que le explique soy una bruja, me digo. Pero esas no son las cosas que dices en la entrevista de tu trabajo soñado, todo lo asustada que puede estarse en un momento semejante. La mujer me dedica una mirada entusiasta.
- Escribe lo mejor de ti. ¡Seguro habrá muchas cosas que decir!
- Bueno... - carraspeo - supongo que sí. Pero no es sencillo. Se trata que...
- Oye, aquí te queremos contratar. Danos buenas razones para hacerlo.

Se trata de la oficina de una editorial pequeña que siempre me interesó: por su buen gusto para los textos pero sobre todo, por su amor a la escritura, a la labor de escribir, al poder de soñar. Desde que era muy jovencita, había comprado todos sus libros, los había coleccionado con enorme dedicación. De manera que trabajar para ellos, era quizás uno de mis proyectos más acariciados. Y con veinticuatro años recién cumplidos, el mundo parece muy grande, muy recién hecho. Como si aún los trozos de los sueños estuvieran incompletos.

- Oh bueno, lo intentaré - le respondo. Y ella sonríe, casi maternal.

Vuelvo a la hoja. ¿Mis mejores cualidades? No podría nombrar tantas como otra gente, supongo. Soy del tipo modesto, una mujer tímida y atolondrada con más dudas que certezas. Pero aún así...hay un misterio en mi. Hay un punto ciego. Una ciénaga llena de brisa y olor a promesas. El lugar en luz y sombras donde habita lo mejor de mi. Ese secreto poderoso y simple que me hace ser quien soy. La bruja que baila en mi memoria, la hija de la Diosa.

Pero ¿Como puedo incluir eso aquí? me digo aun con el lápiz levantado. ¿Como explicar que lo más fuerte en mi espíritu, lo más valioso en mi mente es esa visión sobre el mundo que me heredaron? ¿Como hablar del asombro que me produce en ocasiones la confianza en mi misma? ¿El poder de esa noción sobre mi capacidad para decidir mi futuro, para construir mi presente, para estar en paz con mi pasado? Nadie quiere escuchar de esas cosas tan abstractas, en apariencia simples. ¿Cómo explicarlas ahora, en esta oficina de aspecto vulgar, con su ventana que da hacia la calle concurrida, con el sonido del pequeño radio de transistores al fondo? ¿Como hablar que celebro la Luna y el Sol, que admiro el poder de las viejas creencias, que creí rodeadas de mujeres que bailaban alrededor del fuego? ¿Cómo explicarles que la magia es algo más fuerte que una palabra? ¿Que el misterio procede de mis párpados cerrados, que mi necesidad de luchar contra el miedo? ¿De todos los pasos decididos que doy hacia el centro de mis ideas? ¿Cómo contarles las noches de Luna Infinita, los bailes junto al mar, el olor del viento cargado del olor del fuego? ¿Cómo explicarles que llevo el nombre más antiguo de todos, el de la mujer sabia, el de la curandera humilde, el de la mujer que enseña, el de la eterna alumna? ¿Podría hablarles sobre las cientos de historias que guardan todas las mujeres que precedieron? ¿Todas las palabras perdidas y encontradas a la vez? ¿Ese hilo de ternura y conocimiento que se transmite de generación en generación?

Acerco el lápiz al papel. ¿Por qué debería hacerlo? ¿Por qué simplemente no comprendo que la bruja es un secreto, uno muy viejo y privado? ¿Por qué no miro todo desde ese pragmatismo moderno y acepto que soy hija de mi época, una mujer moderna educada en antiguas creencias? ¿Qué pretendo hacer, insistiendo en mirar atrás, en recrearme en mis recuerdos, en sostenerme en esa ideal dulzura de mis creencias? Vamos, me digo y comienzo a escribir. "Soy" garabateo, con mi letra pequeña y nerviosa. ¿Quién soy? me digo, mirando la palabra. Aspirante a escritora. Una mujer que abandonó todo para correr hacia las palabras. ¿Quién soy? Veinticuatro años, una licenciatura académica que no ejerce, una búsqueda constante de conocimiento. ¿Quién soy? Una mujer de mi tiempo, de mis ideas. Mi mejor obra de arte.

¿Quién soy? pienso, con la punta del lápiz apoyado sobre la hoja. ¿Quién soy ahora mismo?

Una vez, mi familia celebro la Luna Llena junto al mar. Mi abuela - la sabia, la bruja -, insistió en hacerlo, aunque nunca me dijo por qué. Caminamos juntas por la orilla de la playa pequeña y un poco olvidada junto a la vieja casa familiar en medio de los manglares en silencio. Las olas, unos metros más allá, se estrellaban contra las piedras tristes del malecón. La fina línea del horizonte era plata pura, una línea líquida abriéndose paso hacia nuestros pies descalzos.

- ¿Las brujas antiguas como celebraban a la Luna si estaba prohibido? - pregunté.  Mi abuela se quedó de pie, mirando el azul añil del mar tan parecido al del cielo.
- Nadie tiene que mirarte para ser fiel a tu espíritu.

Con diez años, no entendí que quiso decirme. La seguí, en el caminillo intricado de rocas suavizadas por el mar inclemente, por años de luz, lluvia y sombra. Remontamos la línea de la playa, avanzamos más allá y de pronto las palmeras altísimas, los bejuís cargados de luciérnagas aparecieron a nuestro alrededor. Danzaron y bailaron al compás del viento, en un dulce susurro que me hizo sonreír. La oscuridad parecía cargada de pensamientos, del brillo purpura de las estrellas más allá.


- Pero podían haberlas matado - insistí manoteando para quitarme los zancudos de encima. Mi abuela suspiró, como si los insectos, el calor sofocante que nos rodeaba, incluso el rumor insistente del mar le distrajera de esa profundidad exquisita de su mente.

- Sí y ellas lo sabían.

- Y seguían celebrando la Luna Llena.

- Sí - respondió en voz baja. Abrió el pequeño morral de tela que había traído con ella y comenzó a sacar velas. Las reconocí de inmediato: Mi abuela solía confeccionarlas en la cocina de la casa grande, allá en Caracas. Una a una, creándola y modelándola con los dedos aparentemente insensibles al calor, hilo a hilo, del azul extrañamente brillante que siempre lograra sin que jamás supiera cómo. Las colocó en la tierra y creó un circulo con ellas, entre las piedras y la oscuridad. Nos sentamos juntas en su interior.

- Cuando somos apasionados por nuestras ideas, somos fieles a lo que creemos y una bruja lo es aún más - me explicó mientras encendía las velas. La oscuridad se llenó de pequeños parpadeos y fragmentos de luz - Una bruja está convencida del canto de su sangre, de su sabiduría profunda. De esa cualidad de su espíritu para enfrentarse al miedo, para avanzar en medio del temor, para crear su propia idea del mundo. Una bruja siempre será quien de el primer paso, la que se atreva a saltar con los ojos cerrados. Y también, la que defenderá con más encono sus ideas, la que luchara a gritos y con el poder de sus manos por lo que cree.

El circulo de velas encendido. El olor del mar cercano. El traqueteo de las ramas al entrechocar entre sí. Levanté los ojos para mirar la cúpula celeste. De pronto, el mundo parecía haber desaparecido: solo había el brillo plata y púrpura de la noche, el ligero canto del viento. Y pensé en la palabra misterio, no por la oscuridad que nos rodeaba, sino por esa sensación de portento, por esa belleza sinuosa a nuestro alrededor. En la luz de las velas, en los fragmentos olvidados de tiempo. En todas las pequeñas cosas que de pronto, en esa oscuridad y en ese silencio, parecían ser de sumo valor.

- Una bruja siempre llevará el conocimiento como una bandera, pero sobre todo, el que obtiene de si misma. De sus errores, de sus recorridos por caminos inexplorados. De las pequeñas ideas que nacen y que mueren. De los terrores escondidos, de las puertas abiertas de la imaginación. Una bruja sabe que su mejor tesoro es su identidad, el fuego que nace de las estrellas en su pecho. De todas las noches de conocimiento que atesora. De todos los días extraordinarios que recuerda. Se llama así misma bruja para celebrar el tiempo personal, las pequeñas grietas de la imaginación. El tiempo que se hace más poderoso, la forma de mirar su propio dolor. Somos creadoras por deseo, poderosas por decisión. Somos espíritus intrépidos, osados en la sabiduría. Creyentes fieles en nuestra propia capacidad de creación.

La luz de las velas pareció hacerse más fuerte, quizás se debió a mi imaginación. Pero de pronto, todo fue luz dentro del circulo, un resplandor humilde y amarillento espejado en la arena, un brillo dulce y nacarado con sabor a recuerdos. Y entre la oscuridad, el baile de las luciérnagas. El parpadeo de cien estrellas cautivas, de pequeños cantos secretos de pura belleza misteriosa.

¿Quién soy? me pregunto de nuevo, la punta del lápiz sobre la hoja. ¿Quién soy? ¿Quién he sido siempre?

"Soy una bruja" escribo "soy una mujer que cree en el poder de su espíritu. Que está convencida del poder del misterio, que crea por necesidad, que construye por pura compulsión. Soy un espíritu libre, una mente feroz e independiente. Una creadora impenitente. A donde voy, busco mis palabras, busco mis pequeños lugares enigmáticos. A donde llego construyo rituales, hago mitos. Creo leyendas. Y conmigo va mi historia, la de cientos de mujeres que llevan mi rostro. La de cientos de ojos que parpadean en la Oscuridad de mi memoria. Nací bruja y decidí crear a través de mi espíritu. No hay nada que mejor me defina."

Firmo la hoja con las manos temblorosas y cuando se lo entrego a la secretaria, sonrío. Liberada de temores, feliz y de nuevo tímida. Ella la toma, sin mirarla, me agradece también sonriendo. ¿Quién soy? me digo mientras ella me promete una llamada futura que temo por mi osadía nunca llegará. ¿Quién soy ahora mismo? ¿Con quien sueño ser? ¿A quien mira esta mujer desconocida?

No lo sé, todavía. Quizás tampoco lo sepa después. Y sin embargo, el misterio persiste. Ese lugar en mi mente oloroso a la cera de las velas y el sonido del mar. La bruja que fui y la bruja en que me convertí.

***


- Jamás te contraran - me dice mi prima M., escuchando lo que le acabo de contar. Me encojo de hombros, tomo un sorbo de café.
- Sé que no - admito - pero quizás...no supe...

Mi prima suspira. Creo que me soltará uno de sus sermones floridos, de sus miradas pragmáticas sobre la realidad. Pero en vez de eso, también toma un sorbo de café, aguarda. Se deja llevar quizás por el sol de la tarde que nos rodea, por esa sensación de comprensión que nos une de pronto.

- Hiciste lo que sentiste debías hacer - dice por último - y al final del día, eso es lo necesario. Lo reconfortante. Así que bueno...

Sacude la cabeza y luego sonríe. Casi con malicia, como cuando era una adolescente pecosa y petulante. Sonrío también.

- ¿Desde cuando te volviste tan soñadora y disparatada? - pregunto. Ella suelta un de sus carcajadas alegres.
- ¿Que bruja no lo es?

***

Cuando llego a casa, la maquina de mensajes parpadea. Miro la lucecita intermitente y los nervios me cierran el pecho. Aprieto el botón de escucha con las manos heladas.

- ...Y lamentablemente, la vacante ya está ocupada - sigue diciendo la voz del jefe de Recursos Humanos de la editorial. ¿Por qué no me sorprende? me digo dejándome caer desanimada en el sofá - gracias por venir...Bruja.

Silencio. ¿Ha dicho...? Lo repito y sí, allí la palabra. Muy clara y comprensible. Y sonrío, aunque no sé que significa en la voz del desconocido o por qué me lo ha dicho. Sonrío por celebrar mi identidad, esa necesidad de liberarme del temor. Sonrío por las buenas noticias de mi mente y también, por la fidelidad a mi misma. Por esas pequeñas travesuras imprescindibles, por esa pasión por vivir y crear.

Por ser la bruja que danza bajo las estrellas.

Una forma de soñar.

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