viernes, 28 de julio de 2017

Una recomendación cada viernes: La novela gráfica “Mi amigo Dahmer” de Derf Blackderf.




La historia de los asesinos en serie suele ser contada desde los datos y la estadística, la cuidadosa recopilación de sus crímenes, desde la reflexión sobre el horror que causaron sus crímenes y sobre todo, el miedo que infunde su mera existencia. En pocas oportunidades, se profundiza en la figura del hombre detrás de la figura terrorífica, del origen del miedo que sustenta el mito de horror que le rodea. Cuando ocurre, el resultado es una percepción inquietante sobre el bien y el mal, la naturaleza humana pero sobre todo, el miedo como parte de lo que consideramos habitual. Una reflexión inevitable sobre la Oscuridad que se esconde bajo la apariencia de normalidad.

La novela gráfica “Mi amigo Dahmer” del ilustrador Derf Backderf, lo logra y lo hace además, con una inteligente visión sobre el problema del mal — ¿de donde proviene? ¿Cual es su origen real? — basada en una profunda percepción sobre la frágil naturaleza de la mente humana. “Mi Amigo Dahmer” analiza al hombre detrás de la retorcida historia de crímenes y violencia que le rodea: hay una cierta noción sobre el horror que se esconde bajo el rostro de cualquiera. Un planteamiento complejo que la novela gráfica logra resolver a base de una inteligentísima propuesta y una solidez argumental que sorprende por su capacidad para conmover.

La novela gráfica de Derf Backderf fue publicada por primera vez en 1977 en como un cómic de veinticuatro páginas, que no obstante no satisfizo a su autor. Demasiado corta y abreviada, para Backderf fue una oportunidad desperdiciada para contar — y mostrar — las implicaciones de su especialísimo punto de vista sobre uno de los asesinos más temibles del siglo XX. Porque para Backderf, Dahmer era algo más que un suceso sangriento en la crónica roja de su país: el llamado “Carnicero de Milwaukee” fue uno de sus compañeros de clase durante su adolescencia. De hecho, Backderf le recuerda desde cierta percepción infantil como el muchacho extraño, solitario y angustiado de una clase repleta de abusadores y bromistas. Para el ilustrador, el descubrimiento supuso toda una vuelta de tuerca para su carrera y le permitió no sólo crear una percepción novedosa sobre uno de las figuras más temibles de la historia reciente norteamericana sino también, de la obsesión contemporánea por la muerte y el asesinato. El resultado es una obra que atravesó varios formatos desde su primitiva publicación como folleto hasta llegar a una espléndida novela gráfica que recoge la experiencia de Backderf paso a paso.

“Mi amigo Dahmer” es la versión completa de los recuerdos de Backderf, basada no sólo en las experiencias del autor, sino una meticulosa recopilación de relatos de amigos, vecinos e incluso, las sorprendentemente sinceras declaraciones de Dahmer desde la cárcel. El conjunto es una historia singular, durísima que avanza con un ritmo impecable para narrar a Dahmer desde la periferia. El asesino adolescente, la sombra del hombre que se convertiría en símbolo de la perversidad cultural de un país que perdió el asombro por la violencia. Pero la novela es mucho más que un testimonio ejemplarizante o una visión moral sobre un muchacho destinado a matar: se trata de la memoria compartida sobre un hecho violento que se crea a partir de fragmentos de vivencias disímiles. Backderf logra combinar todo el conjunto en una reflexión de múltiples dimensiones sobre la identidad, el terror anónimo e incluso, se toma algunas libertades para crear una percepción sobre el miedo nítida y escalofriante.

El mayor acierto de Backderf es asimilar la visión sobre la violencia sin recurrir a los clichés y un discurso predecible sobre la vida de Dahmer. De hecho, Backderf pondera sobre Dahmer desde cierta distancia psicológica e intenta comprender su sufrimiento — el desarraigo y la soledad que le rodean — desde una óptica casi analítica. El asesino que será después, aún no ha nacido ni tampoco, se anuncia. Para Backderf, Dahmer es una víctima pero también, una figura inquietante y marginal. La mezcla crea una percepción sobre el personaje a medio camino entre una engañosa comprensión sobre sus motivos y algo más cercano a una durísima concepción sobre la maldad en estado puro. La versión del horror de Backderf es profundamente creativa, a pesar de su estilo rígido y duro. Como ilustrador, el artista supo captar cierta belleza extraña y oscura en sus vivencias. Como testigo, logró hacerse las preguntas correctas — todas sin respuestas — sobre el horror que yace al fondo de la experiencia que le atormentó por años.

De hecho, la gran pregunta que se plantea Backderf en el argumento de su novela jamás se responde: ¿Qué hace a un asesino serlo? ¿Qué convierte a un muchacho en apariencia normal en uno de los peores criminales del siglo? Backderf transita la difícil percepción del descenso a los infiernos de Dahmer, convertido para la ocasión en un personaje torturado, misterioso y sobre todo, conmovedor. Porque el Dahmer de Backderf no es únicamente el origen de un asesino sino también, la comprensión de los lugares más oscuros de la mente humana. El ilustrador cuenta las circunstancias que rodearon al muchacho tímido y silencioso que conoció y plantea la incógnita de la historia escondida detrás de la violencia. ¿Tiene sentido conocer lo que rodeó al asesino para comprenderlo? La historia no ofrece respuestas sencillas al cuestionamiento.

Porque Backderf no disimula lo evidente: el jovencísimo Dahmer que conoció tenía un rasgo inquietante que incluso desde la infancia, era lo suficientemente evidente como para aterrorizar. Desde su incapacidad para empatizar con los demás, su fascinación por los animales muertos y hasta su mortificada sexualidad, el retrato de Backderf sobre Dahmer está lleno de una humanidad patente y desconcertante por su realismo. El autor abandona toda intención de crítica o incluso, de presunción sobre la futura culpabilidad de Dahmer y concentra su esfuerzo en comprender al Dahmer que conoció en los pasillos de la escuela o con el que compartió breves paseos en automóvil. Una mirada sobre el miedo por completo novedosa y audaz.
La primera de la historia estaba llena de rápidas aseveraciones sobre la personalidad de Dahmer y sobre todo, sobre su tétrica visión sobre el mundo y quienes le rodeaban. La novela gráfica pierde esa pureza original e imprudente para profundizar en una percepción adulta y mucho más reflexiva acerca del personaje, lo que quizás en sus puntos más incómodos la estructura general de la obra. Aún así, la objetividad de Backderf sigue siendo de inestimable valor: el autor relata al asesino y su circunstancia a través de sus recuerdos y logra vincular al lector con un joven atormentado por sus dolores psiquiátricos y angustiosa noción sobre sí mismo. El Dahmer que Backderf relata aún no piensa en matar, pero parece lo suficientemente obsesionado con su propia sexualidad y la violencia como para resultar temible.

Pero sobre todo, el jovencísimo Dahmer es un muchacho frustrado, sin consuelo y abrumado dentro de una visión de la normalidad agobiante. Y esa la imagen que Backderf muestra de él desde la primera página: el ilustrador crea una imagen grande, de página completa, en la que un primer plano de Dahmer parece llenar los límites abrumadores de un aula cualquiera. La visión del horror silencioso se repite una y otra vez: Dahmer de pie rodeado de alumnos que le ignoran. Dahmer que camina por la calle, perturbado y horrorizado por los monstruos invisibles que le acechan. Para Backderf la historia del asesino no necesariamente debe crear empatía, sino ser comprensible. Y a través de sus poderosas y durísimas ilustraciones, se esfuerza en hacerlo.

Backderf estructura su narración en pequeños espacios insulares de información: primero encontramos al joven Dahmer perdido en un polvoriento desierto y ese anuncio de desarraigo — pura soledad reconvertida en algo más alegórico — sustenta los siguientes catorces viñetas: con su estilo fantástico y siniestro, muestra a Dahmer desde la primera huella de su retorcida visión del mundo. El resto del libro detalla el cómo y el por qué de esa retorcida comprensión y lo hace lo suficientemente bien como para que el posible lector sienta una inevitable simpatía hacia el muchacho solitario y atormentado que fue asesino hace tantas décadas atrás. Por supuesto, el autor deja muy claro que sus acciones y motivos posteriores son inexcusables, pero aún así, su retrato de un adolescente roto y angustiado es sumamente perceptivo y sensible, todo lo realista que puede permitirse sin caer en la exageración o incluso en la autocomplacencia. Mientras quienes le rodean le ignoran o se burlan de él, Dahmer se hunde en la depresión y un temprano alcoholismo que nadie advierte o analiza desde su verdadera importancia.

“Mi amigo Dahmer” es sin duda una biopic fascinante y siniestro, un recorrido por la psiquis de un notorio asesino en serie, pero también, a través de nuestras preguntas sobre la violencia. Todos sabemos como acaba la historia de Dahmer, pero no conocemos el principio de su recorrido por el horror. Y resulta desconcertante — y por momentos apabullante — lo evidente que es el hecho que Dahmer puede ser no sólo asumido como alguien que cualquiera puede haber conocido en algún momento de su vida, sino también como una visión inquietante sobre el horror escondido en lo cotidiano. El final de la novela de Backderf parece cerrar con un impecable pulso ese tránsito abrumador por las raíces del mal: La frase ¡Oh mi Dios! ¡Dahmer! ¿Qué has hecho? parece resumir no sólo nuestros horrores sino la malsana curiosidad que nos hace formularnos la pregunta. Y quizás la posible respuesta que nadie quiere escuchar en realidad.

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