lunes, 26 de diciembre de 2016

Entre hojas y anaqueles: Los favoritos del año.


No podría decir qué hace a un libro mejor que otro. Por supuesto, no me refiero sólo a lo que puede brindarle mayor o menor valor literario a un libro, sino al peso de su historia. A esa cualidad que no sólo lo hace más cercano, comprensible y sobre todo preciado, por encima de cualquier otro. Esa Capacidad misteriosa y significativa de cautivar al posible lector. Sí, se trata de una visión elemental y quizás muy simple, pero es la más sencilla sobre la que puedo ponderar. Y la razón para esa visión tan ingenua, con toda seguridad es una sola: Soy una lectora devota.

Soy de los lectores que siempre desean leer. Por cualquier excusa, motivo y en todos los momentos posibles. De los que siempre se encuentran en compañía de sus libros favoritos y los que aún debe descubrir. De los que lleva siempre un par de libros en el morral, o los deja en el escritorio de trabajo, para hojearlos a la menor oportunidad. De las que tienen una mesa de noche rodeada de libros a medio leer, llenos de anotaciones y hojas medio arrugadas con sus párrafos favoritos copiados a manos. De las que considera a las librerías un hogar. De las que despierta a mitad de la noche para continuar leyendo un libro que dejó a la mitad. O de las que sencillamente no van a dormir para poder terminarlo. De las que atesora los libros como pequeños fragmentos de historia personal.

De manera que hablar sobre “libros favoritos” siempre me parecerá una temeridad, sobre todo todo, porque estoy convencida que cada libro brinda un mensaje, una idea nueva, una dimensión del mundo inolvidable. Incluso los más sencillos, los aparentemente tópicos, siempre abrirán puertas desconocidas en nuestra imaginación. Así que al momento de redactar una pequeña lista sobre mis historias favoritas durante el año 2016, me encontré que no sólo se trata de escoger sobre la calidad narrativa, semántica e incluso de un libro sobre otro, sino de una visión sorprendió — quizás fascinó — mucho más que otras. ¿Qué tan válido resulta escoger un libro sólo por la capacidad que tuvo para cautivar mi imaginación? No lo sé. Pero es quizás la manera más sincera que tengo que hacerlo, la más cercana a la manera como percibo los libros y lo que pueden brindarme: Una lugar por descubrir en mi mente. Un paisaje por completo desconocido que descubro — y paladeo — gracias a las palabras.

Siendo así, ¿Cuáles podrían ser mis historias favoritas en un año lleno de extraordinarias propuestas? Quizás los siguientes:

Manual para mujeres de la limpieza de Lucia Berlin

La escritora Lucia Berlin sorprende por su capacidad para mirar desde la periferia lo cotidiano, analizar sus bordes incómodos, las historias que quizás nadie querría escuchar y pero sobre todo, por su percepción sobre la melancolía y la pérdida. El libro “Manual para mujeres de la limpieza” resume con precisión esa perspectiva sobre el mundo a las sombras y además lo hace con profunda comprensión de esa oscuridad perenne, en la cual reflexiona desde con sentido del humor y un amargo cinismo no exento de belleza. En conjunto, sus relatos llenos de marginados son una obra autobiográfica que disimula con una prosa deliciosa y llena de alegorías más o menos dolorosas sobre el mundo que se desploma a su alrededor. Para Berlin, nada humano es ajeno y esa comprensión meridiana sobre la naturaleza espiritual de sus personajes, es el núcleo emocional de una obra repleta de referencias al dolor, los pequeños desastres cotidianos, las tragedias anónimas que pueblan una dimensión casi onírica del sufrimiento espiritual. Cada una de las escenas que la escritora describe en sus relatos — casi todos ambientados en una atemporalidad fragmentada y deprimente — son un reflejo no sólo de su propia vida, sino también de las cientos de vicisitudes misteriosas por las cuales atraviesa cualquier adulto contemporáneo. Y quizás en ese silencio a dos bandas, esa noción sobre la angustia existencialista y algo mucho más terrenal y sucio, es el motivo el triunfo de una obra concebida para la reflexión sobre la travesía del espíritu humano hacia una redención mínima, en ocasiones sin sentido y siempre banal. Un libro inolvidable de una escritora perspiscaz y conmovedora que sorprende por su buen hacer literario.


Patria de Fernando Aramburu

La palabra Patria puede definir un país pero también un estado de ánimo y esa dicotomía sobre la que Fernando Aramburu reflexiona en un libro durísimo y descarnado sobre los infinitos lazos que nos une no sólo al lugar donde nacemos sino al contexto histórico al que pertenecemos. Pero Aramburu no cae en lugares comunes ni tampoco se permite la salvedad del cliché histórico: su obra atraviesa una inhóspito análisis sobre el sufrimiento, el ideario político y cultural que nos sostiene y algo más duro de comprender como lo es esa percepción sobre la identidad que se crea a partir del gentilicio. La novela se transforma entonces en una mirada al dolor, el pensamiento cultural y sobre todo, el amor y la muerte. ¿Qué otra cosa puede ser la Patria — esa entelequia abstracta que puede definir o no nuestra individualidad — que un conjunto de imprecisas relaciones entre el miedo y la lealtad? ¿Qué otra cosa puede ser la aspiración ideológica y política que la búsqueda de nuestro reflejo en esa movediza expresión cultural que consideramos nuestra? Aramburu no se detiene en lo superficial del punto de vista y avanza más allá, a las profundidades complicadas de lo que somos como ciudadanos emocionales y legales. Lo hace con tanto tino y tan descarnado compromiso que su patria parece abarcar no sólo las vicisitudes de sus personajes sino todos los pequeños conflictos que destrozan y sacuden la raíz de ese reflejo perpetuo que consideramos parte de nuestra vida. Una obra inteligente, durísima pero sobre todo conmovedora sobre los límites de la emoción que nos une a la tierra que consideramos nuestras y todos los pequeños elementos que la crean como un paisaje borroso de nuestra mirada al futuro.


The Girls de Emma Cline

La crónica sobre los crímenes cometidos por Charles Manson ha sido contada en cientos de formas de distintas. Como moraleja sobre el temor, la utopía distorsionada y el horror de la violencia en estado puro. Como documento que retrata los alcances de la crueldad y lo despiadado. Incluso, como una anécdota sangrienta en una época obsesionada con el amor, la fraternidad y la armonía espiritual. No obstante, pocas veces se analiza el entorno de un asesino carismático capaz de convencer a un grupo de cometer un crimen desconcertante. Esa confraternidad fanática que no sólo obedeció a ciegas a Manson sino que además, lo hizo con una entrega que bordea lo insólito. En contadas ocasiones, se reflexiona sobre un asesinato semejante — tan desnaturalizado, cruel, barbárico — desde el punto de vista de esa conexión cómplice y peligrosa que convirtió a unos cuantos chicos adolescentes en asesinos. Que los hizo empuñar un arma y matar con un abandono primitivo que continúa sorprendiendo e intrigando incluso veinte años después. ¿Quienes eran los seguidores de Charles Manson? ¿Por qué obedecieron sus órdenes sin réplica ni resistencia alguna?

Emma Cline (Sonoma, 1989) intenta responder a todo lo anterior con su primer libro “Las chicas” convertido en un best sellers instantáneo y en un indudable libro de temporada. Cline reflexiona con un buen pulso que ha sorprendido a crítica y público, sobre el grupo que rodeó a un asesino carismático y desmenuza las motivaciones que tuvieron para obedecer incluso a ciegas, sin resistencia y con absoluta complacencia. Lo hace además, con una mirada profunda y fría que abarca la adolescencia, sus temores y dolores. Con enorme madurez, la escritora analiza la psicología de sus personajes y les brinda una sustancia y corporeidad que delinea no sólo su comportamiento sino también, las implicaciones que puedan tener. Como novela, “Las chicas” refleja esa noción sobre la vulnerabilidad de la psiquis adolescente y la equipara con esa transformación emocional que sufre en el tránsito hacia la adultez. Pero el análisis no se conforma con mirar los cambios y transformaciones físicas y psicológicas, sino que además, pondera sobre sus consecuencias. ¿Qué puede ocurrir con esa dependencia psicológica y emocional del adolescente cuando se nutre de algo más peligroso que la simple percepción ideal sobre el mundo? Cline asume el riesgo de llevar la premisa más allá. Tomándose algunas libertades sobre la historia oficial del caso Manson, avanza sobre esa percepción de la fragilidad intelectual de la primera juventud y dibuja un paisaje tenebroso hacia algo mucho más duro de asimilar que la pérdida de la gracia. La destrucción moral que comienza sobre en las pequeñas grietas íntimas de nuestra conciencia.

Private Citizens de Tony Tulathimutte.

Las tribus culturales y sociales han sido motivo de estudio y reflexión durante buena parte de nuestra década, sobre todo por su capacidad de reflejar la época que les brinda contexto y sentido. Los Millennials — con toda su carga simbólica de criaturas recién nacidas en un ámbito periférico novedoso — son quizás las que han soportado un escrutinio más violento y una crítica más empecinada. Como emblema de una cultura banal, hipertecnificada y reconvertida en una noción postrera sobre los alcances de la soledad moderna, la nueva generación de hombres y mujeres nacidos al borde del milenio refleja no sólo los pesares de una época hueca sino también, el insistente sin sentido que se le atribuye como símbolo de su existencia. Una percepción lenta y a menudo esquemática sobre la incertidumbre del futuro.
Tony Tulathimutte construye una poderosa ficción a base de la premisa y la profundiza gracias a un grupo de poderosos personajes que reflejan el miedo y profunda angustia espiritual de un grupo de hombres y mujeres abrumados por la desazón existencialista. Hay una búsqueda consciente de la justificación a ese vacío perenne que parece ser el sino de nuestra época y Tulathimutte no se toma concesiones en elucubrar sobre sus motivos. La historia avanza entre una sucesión de vicios, terrores modernos, una moralidad ajena y remota que termina creando una percepción sobre nuestra cultura temible e incompleta. La historia avanza en una serie de descripciones despiadadas sobre drogas, abusos sexuales y miradas ausentes sobre un Universo hedonista que no termina de sostenerse sobre la frugalidad del cinismo sino que más bien, parece a punto de derrumbarse justo por ese motivo. Tulathimutte no brinda concesiones a su durísima visión sobre la realidad alternativa de nuestra época y quizás encuentra su mayor triunfo en sus maravillosos diálogos llenos de un brillante dolor espiritual. Una mirada elemental hacia quienes somos o mejor dicho, las heridas abiertas de una generación que se hizo adulta en medio del desconcierto y el bombardeo de puro nihilismo vacuo de una época sin nombre.


Sangre en el ojo de Lina Meruane


Lina Meruane es considerada una de las mejores novelistas chilenas: su capacidad para la prosa precisa pero conmovedora hace cada una de sus novelas una travesía emocional de alto calibre. Y “Sangre en el ojo” no es sólo su proyecto más osado hasta la fecha, sino el de mayor penetración emocional. Un desgarrador relato semi biográfico en el que la escritora utiliza su propia ceguera para crear una realidad alterna donde la visión no es otra cosa que un excusa para la comprensión de la complejidad de la pérdida de la identidad y la caída en los infiernos personales. No obstante, la reflexión de la escritora no se resume al obvio miedo a la transformación a través del dolor y la enfermedad, sino a la búsqueda incesante de la identidad perdida a través de la angustia y el terror emocional. La escritora avanza alrededor de un mundo abstracto de signos y oscuridades para contar una historia que desborda los límites de la no visión y crea algo nuevo. Meruane no intenta contar o describir la ceguera que tanto su personaje como ella misma sufre, sino que avanza hacia espacios interiores repletos de grietas y heridas a medio curar. Contada en un presente continuo que parece construirse a medida que el lector lee la historia, la novela tiene la evidente intención de incomodar y dejar bastante claro que asume su cualidad como hija bastarda de una narración mucho más compleja que apenas adivinamos entre líneas. Las frases parecen incompletas, a medio construir, sin mucho sentido hasta que se unen para dibujar el paisaje en tinieblas que tanto escritor como personaje atraviesan a tientas. Es entonces cuando Meruane crea lo mejor de su obra: Una noción ambivalente y a medio construir de los terrores de una falsa nocturnidad, una percepción ambivalente sobre el amor, el poder y el orden invisible de las cosas que nos unen a nuestra propia circunstancia. Desordenada, con piezas que no parecen encajar en ningún sitio, la novela crea una mezcla desconcertante de fragmentos de muchas otras cosas: una novela que no lo es del todo, un alegato que termina desapareciendo en el dolor y por último, una breve percepción sobre los pesares del amor y la tragedia personal, todo dibujado gracias a una sutileza casi dolorosa en su belleza. Una mirada desgarradora de cómo somos quizás, nuestros propios monstruos en medio de las tinieblas de nuestros horrores inconfesables.

Willful Disregard de Lena Andersson


A breves pinceladas entre la obsesión, la conexión intelectual y el miedo a la intimidad, Andersson crea una historia de amor tan dolorosa como confusa. No sólo se trata de una narración que no se reconoce a sí misma como un reflejo emocional, sino que además, recorre un lento trayecto hacia una percepción sobre el amor profano, hiriente y por necesidad destructor. La escritora no brinda concesiones en su análisis sobre los motivos por los cuales amamos y sobre todo, se regodea en la parquedad elemental de construir un escenario emocional árido. Sus personajes avanzan entonces en un recorrido circunstancial hacia la pérdida pero sobre todo, la angustia elemental que los transforma en una idea mucho más profunda que mero reflejos de lo que una relación emocional puede ser. Entre lo intelectual, lo emocional y la crueldad implícita en toda relación de pareja, la novela parece desviarse de los caminos habituales del tópico para asumir los dolores y sufrimientos de lo que realmente puede ser el amor moderno. Una conexión intelectual donde el sexo prima por sobre la palabra y la búsqueda esencial. O esa parece ser la cínica opinión de esta pareja de personajes abrumados por sus cuitas pero sobre todo por la perenne soledad. Pero que nadie se engañe “Willful Disregard” no es una novela que intente dar respuestas sobre nuestros desatinos emocionales y lo evita con un buen hacer que sorprende por su pulcritud. Cada parte de la historia parece concebida para mirar las emociones de nuestra época desde un cristal acérrimo y escéptico. Una noción perpendicular sobre nuestra identidad conjuntiva, social y moral.


The Gustav Sonata de Rose Tremain

En un año donde en el que parecieron resurgir todo tipo de prejuicios sociales y morales, la escritora Rose Tremain dibujo con una prosa delicadísima y entrañable quizás uno de los manifiestos más profundos sobre la tolerancia, la justicia y sobre todo el respeto a la diferencia. Tomando como punto de partida la amistad de dos muchachos suizos durante la Segunda Guerra Mundial — un cristiano y un judío — Tremain evita los clichés habituales y se atreve a profundizar sobre los motivos reales de la segregación histórica y cultural. Y lo hace, con una cuidadosa epopeya doméstica de una madre antisemita que debe luchar contra sus propios terrores y demonios para asumir el valor de sus principios más profundos. La novela avanza durante décadas enteras y analiza las infinitas implicaciones del dolor social, el rechazo y la muerte moral que a menudo provoca el odio étnico. Una pequeña gran obra de arte sobre el horror social y otras formas de temor que a pesar de las distancias históricas, continúan siendo parte del conjunto de los dolores de nuestra época.


El Universo de Cristal de Dava Sobel

Una maravillosa novela sobre el siempre discutido e invisible tema del aporte femenino a la ciencia. Dava Sobel construye una historia convincente sobre las vivencias de un grupo de mujeres del siglo XIX con un enorme talento científico, empleadas como “calculadoras humanas” en el Harvard College Observatory. Encargadas de interpretar las observaciones sobre el espacio que los científicos masculinos hacían a través del telescopio del instituto, este grupo de pioneras científicas dieron forma a la astronomía actual. Con gran inteligencia y sentido del humor, Sobel medita sobre las vidas y vicisitudes de las mujeres que desempeñaron una parte integral en descubrimientos innovadores sobre la ciencia de nuestra época. No obstante, también se trata de un manifiesto sobre la invisibilización de la mujer científica y sus aportes al mundo científico actual. Una memoria continuada a través de cartas, documentos originales y una detallada reconstrucción de este grupo de científicas sin nombre que moldearon la astronomía tal y como la conocemos.


A Woman Looking At Men Looking At Women de Siri Hustvedt


Hustvedt lleva a una nueva dimensión la llamada “mirada masculina literaria” y lo hace con una pulcritud de propósitos y una mirada objetiva sobre la creación de espacios intelectuales y emocionales que asombra por su precisión. Esta colección de ensayos — que analizan el arte, el sexo, los elementos que forman parte de nuestra mente y mucho más — crean un espacio tridimensional donde el análisis conceptual parece reconstruir la noción de la identidad y cómo la comprendemos a través de un frío cinismo y un extraño sentido del humor. Descarnada, en ocasiones en apariencia obscena en su crudeza, el libro que crea una brillante e inteligentísima mirada sobre nuestra época, reconvertida en una construcción complejísima sobre nuestros temores y absurdas batallas morales de corta o inexistente amplitud intelectual. Sorprende además que Hustvedt medite sobre lo femenino y lo masculino no desde la perspectiva básica del género sino que lo haga a través de una búsqueda implacable de ideas y puntos de vista novedosos. La escritora se convierte entonces en una cronista de la condición humana con una habilidad única para elaborar una visión sobre el temor y la debilidad del hombre — como su propio dolor y reflejo — y algo más elocuente: una noción profunda sobre la identidad bastarda y disruptiva de nuestra cultura.

Hag-Seed de Margaret Atwood

Atwood regresa a uno de sus temas favoritos: la fugacidad de las emociones humanas y la permanencia de las obsesiones despiadadas. Los amantes de Shakespeare estarán especialmente cautivados por este relato de The Tempest: Felix intenta encontrar en el arte una forma de curar sus heridas y sobre todo, analizar el durísimo contexto de su vida — como creador y como hombre golpeado por una serie de escenas temibles — a través de lo estético. Entonces la tragedia golpea, dejándolo viviendo solo en el bosque, obsesionado por los recuerdos de su hija perdida — mientras que también planea su venganza. Y en medio de toda la tragedia y un dolor abrumador, encuentra una redención peligrosa y delirante que crea lo que es quizás una de las más profundas miradas sobre nuestra naturaleza escindida — entre el hombre y lo salvaje — que se haya hecho en la literatura reciente. Una mirada profunda al horror y a la angustia humana en medio de la desolación.




Una lista corta, sin duda, que por supuesto no resume del todo mi trayecto por el mundo de la palabra este año. Aún así, se trata de un recorrido profundo, emocional y como siempre privado que me demostró de nuevo el poder de la literatura para crear, ennoblecer y sobre todo consolar como una forma de arte de infinita belleza. Una manera de soñar.

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