viernes, 13 de mayo de 2016

Proyecto "Un país cada mes" Mayo: EEUU. Paul Auster.




A Paul Auster se le ha llamado frívolo, narcisista. También crítico, duro y elegante. Y es que al final, pareciera que este escritor, a medio camino entre la estrella de cine y el mito literario, no llega a definirse de ninguna otra manera que como una consecuencia de ese matrimonio invisible entre fama y talento. Probablemente Auster sea el mejor ejemplo del híbrido entre esa adoración del ídolo tan frecuente en nuestra época y la capacidad del escritor para reinventarse, para construir la huida mental - como se le ha llamado a sus constantes especulaciones sobre el hoy y la realidad - de una manera consistente, idónea y exquisita. Como héroe por derecho propio, Auster ha construido su personal mito literario  y más allá, ese identidad consistente del creador que se asume dueño de su obra.

Sin duda, Auster es uno de esos escritores infaltables. Sus libros parecen siempre formar parte de las lista de los imperdibles, los infaltables y los necesarios a leer. No obstante, nada es tan superficial como un de boca en boca en medio de la cultura del consumo lineal. Paul Auster es un escritor sólido, un hombre con cicatrices espirituales profundamente que crea un Universo de palabras consistente y denso. Sí, probablemente buena parte de su literatura sea una vuelta de tuerca al egocentrismo literario, una búsqueda de recorrer una y otra vez el análisis de su propia circunstancia, pero aún lo hace con tal elegancia y con una conciencia tan firme de la trascendencia de la frase que construye, que probablemente así revindique. Porque para Auster, la belleza de lo que se escribe - y por consecuencia, se crea - tiene una relación directa con su capacidad para evocar. Como en "La invención de la soledad" donde el autor intenta encontrar su propia sombra, reconstruye episodios biográficos y crea un híbrido entre realidad y fantasía que termina sublimando la historia, dotándola de un borde de realidad asombroso. ¿Y no es lo que todo escritor hace? se preguntará algún descreído y la respuesta es obvia: el escritor escribe de lo que sabe, pero para Auster, la creación incluye también esa decisión de auto analizarse con el tono fluctuante de su obra. Una y otra vez, reflejos de un espejo de melancolía inspirada en recuerdos preciados, en ideas íntimas que se reconstruyen sin que perder lo esencial: La impronta del que escribe y la obra que se levanta sobre la idea.

Probablemente por ese motivo, Auster utiliza de vez en cuando la segunda persona como forma narrativa: la visión que construye y genera intimidad, la obra que se entrelaza con el ahora, con el pasado y el presente de la incertidumbre. La intimidad sugerida, que se advierte y se elabora en base a los recuerdos de otro, a la visión de otro que el lector termina asumiendo como suyo, a pesar del juego de espejos evidente que supone la lectura. Y es que quizás la mejor manera de entender al Auster creador sea mirándolo a través de su empeño irreductible de asumir la realidad como una serie de escenas interconectadas: Las suyas, las del lector desconocido, incluso las que toca tangencialmente y que parecen cruzarse en medio de ambas cosas. Hay un asombro de vivir, un redescubrimiento perenne en la realidad a la que brinda belleza.

Fluctuante y extrañamente venial en ocasiones,  a Auster se le acusa de encontrarse a mitad de camino entre el pop literario y la celebridad por derecho propio. Tal vez la grieta entre ambas cosas, es la que brinde significado a esa extraña visión suya de la obra que nace y la obra que se construye. ¿Es que hablamos de la vida de Auster o la obra que se combina con la ficción? Después de una lectura a su obra, la confusión es obvia, aunque eso no hace menos valioso su construcción y la interpretación del autor sobre la escritura. ¿Un laberinto enrevesado donde la realidad y la fantasía se mezclan? Nada tan sencillo. Probablemente se trate de una conversación, una muy íntima, entre el lector y el escritor, una complicidad nacida entre la palabra que fluye devota y esa percepción de la intimidad que se sugiere. Porque sin duda para Paul Auster, la escritura no es solo la necesidad de mostrar sino además, de comprender al lector como parte de la experiencia literaria, de incluirlo y construir un puente entre lo que se lee - y se brinda - y lo que se crea - se asume - en el mundo que el escritor construye.

Sin duda, para Paul Auster el génesis de lo real no es únicamente la palabra, sino lo que elabora como discurso, como sinfonía entre ideas, esa mezcla de la emoción y de la propuesta. Hay una reinvención de lo que se observa, de esas pequeñas variaciones de la identidad que logran ensamblar una revisión coherente de la realidad. Un accidente que se eleva por encima de lo que se desea - o reconforta - en la ficción: la necesidad de asumir la existencia del otro, de la ambición de mirar el mundo como una serie de visiones de la realidad. La que nos pertenece, la que asumimos real e incluso, la que forma parte de la visión de alguien más.

Una incesante conexión entre la luz y la sombra de la creación literaria. Quizás por ese motivo, las historias de Paul Auster, tan distintas entre sí tienen un única cosa común: Sus historias no llegan a terminar nunca. Una interminable muestra de valor y ficción.


¿Quieres leer las Obras completas de Paul Auster? Déjame tu dirección de correo electrónico en los comentarios y te las envío.

2 comentarios:

ARS dijo...

Andreinarodriguez@gmail.com muag

Sonia dijo...

Paul Auster es uno de los escritores con los que me encuentro más cómoda. Acepto completamente su juego de ficción y realidad y me involucro en las vidas que cuenta. Me gusta la intimidad que propone, a pesar de que muchas veces nos lleve al límite con la angustia de situaciones extremas (El palacio de la Luna, El cuaderno rojo o El país de las últimas cosas, por ejemplo). Me gustaría releer algunos de sus libros, no los tengo todos; tampoco he leído Sunset park e Invisible. ¿Serías tan amable de enviármelos a pinaprobable@gmail.com? Muchas gracias.
Sonia Piña

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