domingo, 16 de agosto de 2015

Del tiempo de las danzas secretas y otras historias de brujería.





Una vez, le pregunté a mi abuela por qué solía llamar a la brujería "el arte". Lo había escuchado varias veces y también lo había leído en varios de los Libros de las Sombras familiares, pero nadie me explicaba exactamente por qué cualquiera podría pensar que tenía algo de artístico. Me miró con una sonrisa desde encima de sus anteojos de leer.

- ¿No te parece que lo sea?

Me quedé un poco asombrada por la pregunta.  La verdad, no tenía mucha idea aún de lo que la brujería era, además de una serie rituales y bellas invocaciones que abuela y mis tias llevaban a cabo de vez en cuando. Con diez años, llevaba menos de dos viviendo en casa de mi abuela y hasta ahora, sólo había participado en un puñado de celebraciones de la Luna, mirado los Libros de las Sombras sobre el hombro de alguien más y escuchado algunas conversaciones. De manera que no sabía exactamente de qué hablaba mi abuela o cualquiera de las mujeres de mi familia, al referirse a la brujería. ¿Se trataba de algo en que creer? ¿O de un pensamiento mucho más profundo que eso? Claro está, una niña no analiza las cosas de manera tan intríncada. Para mi, la gran incógnita residía en el hecho de no saber exactamente que era lo que la brujería era o mejor dicho, que implicaba practicarla.

- Bueno, un arte...es...crear algo ¿No? - dije con cierta cautela - como cantar y bailar. O escribir o tomar fotos. La brujería es...

De nuevo la pregunta. Pensé en los bonitos rituales de Luna Llena que había llevado a cabo en compañía de mis tias y primas, lo divertido y emocionante que había resultado cantar y recordar la historia del hilo de plata que unía a todas las brujas del mundo. También me intrigaban las cartas del Tarot, los conocimientos sobre hierbas, incluso las singulares conversaciones familiares sobre ideas y  filosofía. Pero más allá de eso, sabía bien poco sobre lo que la brujería era, por qué la practicábamos e incluso, por qué las mujeres de mi casa se llamaban así mismas brujas.

- ¿No lo sabes? - preguntó mi abuela con amabilidad. Me encogí de hombros, avergonzada.
- No.
- No te preocupes por lo que no sabes, todo aprendemos lo que necesitamos, tarde o temprano - me dijo - ¿Qué te parece a ti que es?

Caramba, eso era una pregunta difícil, porque en realidad tenía algunas ideas sobre lo que la brujería podía ser y ninguna me parecía acertada. O no tanto, al menos, para contarselo a mi abuela. Me quedé muy quieta, mirandome las manos, tratando de ordenar mis ideas. Comencé  a pensar no sólo en las cosas que escuchaba en casa, sino en todo lo que solía pensar sobre la brujería y las brujas. Recordé con toda claridad, los ratos en el Jardín bajo la Luna Llena, las comidas familiares de los domingos, con la pequeña escultura de la Diosa en la mesa, los bonitos libros escritos a mano que mi abuela insistía conservaban el conocimiento familiar. Y de pronto, encontré que tenía muchas cosas que decir sobre la Brujería, aunque no supiera exactamente como las sabía o mejor dicho, por qué me parecían importantes para comprender lo que podía ser nuestra creencia familiar.

- Bueno...creo que es una manera de hacer cosas buenas - comencé, dudosa - de disfrutar de cosas pequeñas pero que cuando las unes todas, son muy importantes. Como celebrar la Luna. Nos sentamos todas, levantábamos los brazos y eso parece sencillo. Pero después, estás recordando las cosas muy buenas de tu vida, por las que se deben decir gracias. Por las que se debe sonreír. Entonces la Brujería es una...forma de levantar los ojos y mirar el cielo.

Dicho así, parece muy sencillo, casi simple, en la voz de una niña. Pero algo debió parecerle de interés a mi abuela, porque luego de escucharme, me dedicó una de sus amplias sonrisas amables. Se levantó de su escritorio en su biblioteca y se sentó a mi lado, en la mesita de la tarea donde yo batallaba con torpeza contra las matemáticas de la escuela.

- Eso es muy bonito. Pero ¿Sólo eso es la brujería?

Me quedé pensando, con la mejilla apoyada en la mano. No, claro que no lo era todo. También era esos momentos de silencio, donde me sentaba junto a mi bisabuela para verla escribir con mucho cuidado en su Libro de las Sombras. Me gusta ver su dedicación, la manera como se inclinaba sobre las hojas para contarle historias y pensamientos. También era la manera como tia E. cocinaba, cuidando que cada trocito de verdura de la sopa estuviera bien cortado y el agua hirviera a la temperatura correcta. También era las cosas extrañas y asombrosas de la casa: desde las máscaras de madera de la biblioteca que siempre me hacian imaginar estepas luminosas y salvajes de un país desconocido, hasta los mantelitos de crochet, que cubrían los apoya brazos de los viejos muebles. Y es que la brujería no parecía ser una sola cosa, sino muchas, mezcladas en una sola. En algo que parecía impregnar cada palabra y cada idea en mi casa, que estaba en todas partes aunque no lo supiera. Era un pensamiento bonito y curioso, que no había pensado antes o mejor dicho, no le había prestado atención.

- La brujería es toda nuestra casa - dije con toda sinceridad - es todas las cosas que la hacen bonita y que me guste estar en ella. Me gustan los olores de la cocina, los libros que encuentro olvidados, poder mirar el jardín y pensar en la luz del día. En el olor de la montaña. En todas las cosas que me hacen sonreír y me sienta cómoda. Pero no sé...si sólo eso, es la brujería. Pero así lo siento.

Mi abuela me dedicó una de sus largas miradas amorosas. Se quedó sentada a mi lado, con la cabeza levemente ladeada. Era una mujer muy hermosa, a su manera reposada y un tanto salvaje. Tenía el cabello rizado y muy abundante y yo había heredado ese rasgo de ella. De hecho sólo yo lo había hecho. Me gustaba pensar que eso nos unía de una manera especial, aunque no sabía muy bien por qué podía ser eso.

- Hace siglos, se le solía llamar a la Brujería "la casa de los espíritus libres" - me dijo de pronto - era la creencia que admitía a las mujeres que el resto del mundo repudiaba. Las fuertes, las sabias, las poderosas. Las que buscaban el conocimiento, la experiencia. La independencia del corazón. Mujeres osadas, con esa furia radiante del fuego recién nacido. Una mujer así, no era bien vista, ni tampoco aceptada. Una mujer así, podía asustar y también desconcertar.

- ¿Por qué? - me asombré. Abuela suspiró. Cuando lo hacia, fruncía un poco la boca y eso le daba a su rostro una expresión altiva.
- Porque el mundo le teme a la libertad, aunque la pregona y dice buscarla - me dijo, en voz baja, como para si misma - la libertad y la independencia de pensamientos son elementos muy valiosos, muy poderosos. Pero también, que dan muchísimo miedo. Para muchos pueblos y culturas, una mujer salvaje es símbolo de lo que no se puede controlar.

Imaginé una mujer de cabello largo y despeinado corriendo por el bosque. Una mujer cubierta de barro y tierra, con los ojos abiertos y seguros, avanzado entre los charcos de luz y sombra con la mirada segura y los gestos limpios de la fuerza. Me gustó esa imagen. Decidí que me quedaría con ella para imaginar a esa mujer inquieta y audaz de la que mi abuela hablaba siempre.

- ¿Y las brujería si las recibía?
- Por supuesto. La brujería nace de la libertad, de creer que podemos hacernos preguntas, que el mundo y el infinito, lo visible y lo invisible, son parte de nuestro espíritu. Que somos paisajes espléndidos de ideas y de pensamientos muy distintos y poderosos - se tocó la frente con un dedo - el Universo empieza en los deseos. Los deseos crean conocimientos. Y la libertad es la búsqueda de toda idea que pueda enseñarte a como conservarte integro. Es una mirada sobre las cosas que aspiras y temes. Como tomar todo lo que aprendes y quieres aprender y convertirlo en esperanza. La brujería es una creencia que invoca un poder muy antiguo, una frontera entre lo bello y lo poderoso, lo misterioso y lo interminable. Te invoca a ti, como suprema creación de todo espacio y tiempo.

Parpadeé. Me encantó como sonaban aquellas palabras, aunque no las entendiera todas. La mujer salvaje de mi mente se detuvo y miro al cielo. El viento le sacudía el cabello. Y ella parecía tan feliz, desnuda en mitad de la inmensidad de mi mente. Desnuda y tan poderosa, en esa sencillez plena. Claro que, yo no lo pensé de esa manera. Sólo supe que esa imagen era radiante, intima y sobre todo, profunadmente real. Como si una parte de mi se viera de esa forma.

- La brujería entonces es un arte...¿Por qué te enseña a ser libre? - pregunté de pronto. Como si lo hubiese entendido de subito. Como si lo hubiese sabido todo el tiempo. Mi abuela río, esa risa suya estruendosa y feliz. Tan llena de luz como los rayos de sol que entraban por la ventana.

- La Brujería es un arte porque crea, mi niña. Ideas, pensamientos. Crea a la bruja al educarla, al brindarle las herramientas y el conocimiento para ser fuerte en sus deseos, para aspirar siempre más allá. Para recorrer un camino dificil e intricado hacia sí misma. Porque es capaz de construir nuevas dimensiones, porque te obliga a cuestionarte. Porque te hace sentir la belleza, porque te hace tener la esperanza de alcanzar algo nuevo en ti. La brujería es el poder que nace y se renueva en tu mente. Del conocimiento que se atesora. De las ideas que nacen justo en la punta de tus dedos. De toda aspiración de belleza. De toda necesidad de construir algo más profundo. De asumir el riesgo de creer.

Mi abuela se levantó y se acercó al anaquel de vidrio. Era un viejo mueble, con puertas acristaladas, que guardaba los Libros de las Sombras de la familia. Por años, me había intrigado esa colección de libros de lomos de cuero, sencillos, casi humildes en su belleza áspera. Pero a mi me gustaba imaginar que todo la sabiduría de mi familia estaba allí. Que se manifestaba como una mirada profunda. Que se creaba como una idea que nacía de algo tan hermoso como una palabra.

- Somos lo que sabemos. Somos lo que soñamos. Somos lo que aspiramos. Y sin duda, somos lo que sabemos - dijo mi abuela apoyando la mano sobre la puerta de Cristal - y la Brujería cree que el conocimiento es el mayor de los tesoros. El más poderoso e inolvidable. El más hermoso. El que puedes heredar.

A veces recuerdo esa conversación, mientras escribo en mi Libro de las Sombras. Mis anécdotas, mis aprendizajes, mis pequeños errores y triunfos. Y pienso que el arte de creer y de crear, es quizás la herencia más importante que recibí. Una forma de construir no sólo lo que aspiro a soñar sino también, lo que anhelo como parte de una idea insistente sobre la esperanza, sobre mi necesidad de mirar el mundo como una forma de pensamiento y más allá de eso, de esperanza. Después de todo, pienso sonriendo, mirando las palabras recién nacidas en una hoja de papel, el mayor poder de un espíritu libre es levantar las manos hacia el infinito en su mente y celebrar el poder de ser parte un Universo de ideas.

Y la brujería me lo recuerda.



1 comentarios:

AaronLujan dijo...

Es posible enamorarse de como escribe alguien pero sin tener deseos de querer estar con la persona, sin besos ni nada de ese intercambio de fluidos y vainas con vainas.

Me pregunto eso cada vez que te leo, de hecho una vez andaba down y me dije: voy a leer el blog de Aglaia hasta que me de sueño. Terminé buscando webonadas en Internet -típico de mi generación-

El caso es que contigo siento algo muy raro que me pasa con otras personas, pero al tu ser mujer me confunde. Será que soy gruppy empedernido?

Con hombres y personas cool como Iván Mata, Laureano etc, siempre me digo "me gustaría ser amigo de ellos"

Pero contigo es raro, cuando leo tus historias de cuando eras niñas me dan ganas de abrazarte. Y es muy loco todo porque nada tiene que ver con deseo sexual ni nada. Tampoco tomes esto como una declaración de amor ni nada de eso. No por favor.

Es algo raro, pero cool, ojalá algún día nos conozcamos en persona y podamos tomarnos diecisiete café's y hablar paja., mucha paja..

Jejejej, feliz fin...

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