miércoles, 11 de junio de 2014

De la obligación del silencio: La bota de hierro que aplasta el derecho a la palabra.





A Luis Chataing, locutor de radio y televisión Venezolanas, no lo conozco más allá de la pantalla chica. Personaje habitual de la farándula Venezolana, ha formado parte de esa cultura pop insustancial de nuestro país por más de una década. Humorista, actor y también periodista, nunca ha sido de mis preferidos ni mucho menos. De hecho, me irrita su estilo televisivo, su combinación de cinismo superficial y algo más desagradable que achaco a una mera copia de un estilo norteamericano que no termina de cuajar en nuestro humor caribeño. Aún así, me preocupó y me angustió conocer la noticia que su programa en el canal de Televisión abierta "Televen" había sido "suspendido" por causas aún poco claras. Una nueva muestra de autoritarismo que dejó claro que el puño de hierro ideológico de un gobierno de piel muy sensible a las criticas, continúa golpeando los pequeños espacios de libertad de opinión que aún sobreviven en nuestro país.

Decía Voltaire "No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo." Una frase que parece resumir el verdadero sentido de cualquier lucha ideológica y moral: no se trata de lo que yo considero correcto, sino el hecho que beneficie a todos por igual. Y es que cuando la ética y los motivos por los cuales emprendemos luchas morales y políticas se cruzan, en ocasiones, las conclusiones suelen ser poco menos que desconcertantes o aún más, contradictorias. Porque es inevitable preguntarse la razón por el cual nos enfrentamos a lo que criticamos y aún más, consideramos reprobable. ¿Que tan conscientes somos de las lineas que se cruzan entre lo moralmente correcto y la mera visión personal que parece chocar con ese concepto?

- Chataing salió de Televen por rating, no por ningún problema político. Chataing no tiene el suficiente alcance como para ser un verdadero enemigo de la Revolución.  - me explica P. quién se llama así mismo "liberal y humanista", un "Observador del pueblo" de los Medios de Comunicación tradicionales. Lo conocí durante hace varios años, cuando se abrió una discusión sobre el mundo de las artes y la cultura en Venezuela. Formamos parte del mismo grupo de debate sobre la censura y el poder. Y fue P. quién me recordó todas las veces que la satanizada "Cuarta república" había manejado los hilos de poder para silenciar voces disidentes. Escucho su comentario, un poco sorprendida de la manera como su opinión se transformó en una mera formula ideológica.

- Para tener muy poco público, causó mucha preocupación su parodia sobre las pruebas del Magnicidio - le comentó. Me refiero en concreto, al segmento de su programa televisivo que el humorista dedicó para satirizar las supuestas pruebas electrónicas que el gobierno insiste demuestran un plan magnicida en el país. Lo hizo, sabiendo que el tema se encontraba en un momento especialmente controversial y que se había convertido en una especie de punto de honor para la dirigencia oficialista. Lo hizo bastante consciente de la necesidad de ironizar lo que parece otra maniobra gubernamental para distorsionar la lucha política en un enfrentamiento ideológico. Mi amigo tuerce el gesto, irritado.

- Eso es otra cosa.

- ¿Otra cosa cómo?

- Hablamos que Chataing se burló de un tema jurídico. De algo que puede afectar la estabilidad del país - insiste - pero eso no quiere decir que lo que le ocurre ahora sea una consecuencia.

Me pregunto si P. es lo suficientemente ingenuo para creer algo semejante. Por años, en Venezuela hemos asistido a una lenta pero sostenida política de censura contra la libre opinión. Desde las escaramuzas públicas del Difunto Hugo Chavez contra la prensa, hasta el oprobioso capítulo del cierre del canal televisivo Radio Caracas Televisión, la opinión en nuestro país se criminaliza, se hace cada día más un elemento peligroso y hasta delictivo que coloca al ciudadano al limite de la libertad de expresión. Pero para P. se trata de una "democratización" de las comunicaciones, un insistente mecanismo de "destruir" el monopolio "de la burguesía" sobre los medios de difunsión masivos.

- Ahora hay muchisimas más plataformas que las que existian hasta hace dos décadas - me insiste - las radios comunitarias, los canales regionales...

- Controlados y financiados por el gobierno - le recuerdo.

- Es opinión.

- Es propaganda.

- Lo dices como si no lo fuera cualquier opinión que se emita en todo medio de difusión - apunta. Comienza a encolerizarse. Sé que actualmente, P. trabaja en un medio de comunicación del Gobierno, que su vasta experiencia en el mundo Audiovisual ahora es parte de ese complejo entramado de la llamada "hegemonía comunicacional". Me pregunto de nuevo si su ingenuidad es real o sólo un intento de disimular lo evidente. Que la mordaza ideológica le cubre el rostro al país - en este país estamos luchando con cuarenta años de propaganda de una derecha reaccionaria y excluyente.

- Y lo hacen con sus mismas armas - digo - comprando a la manera capitalista, Canales de Televisión y emisoras radiales que deben  aceptar una linea editorial para subsistir. Presionando y amenazando a los que no pueden comprar. Restringiendo libertades a través de maniobras legales poco claras. Y censurando claro. Eso ni se duda ya.

- Te falla la memoria, por lo que veo ¿Recuerdas cuando esa derecha intransigente que tanto defiendes censuró a tu querida "Radio Rochela"? - me recuerda. Se refiere a un incómodo capítulo ocurrido durante la Segunda Presidencia de Carlos Andrés Perez, donde el programa humorístico "Radio Rochela" fue censurado por motivos tan poco concluyentes como "incitar a la Chacabaneria". Pero también recuerdo que la censura se enfrentó a una sostenida oposición de voces disidentes y duro tan poco, que muy pronto, Radio Rochela volvía a burlarse con toda libertad del ámbito político nacional - Hablamos que en este país, la censura no es extraña para nadie, sólo que ahora se hace en cumplimiento de la ley, no por un capricho político.

Miro a P. con cierta sorpresa, aunque en realidad he escuchado tantas veces opiniones semejantes que no debería sorprenderme. Pero lo hace, en la medida que me hace cuestionarme sobre los alcances de una ideología que asume el ciudadano debe aceptar - y asumir - la existencia de la arbitrariedad como parte del entramado político, del planteamiento del país político.

- O sea qué, ahora se censura porque legalmente se permite - analizo en voz alta - lo que quiere decir que las leyes están construidas y concebidas para limitar un derecho constitucional como lo es la libertad de expresión.

- Aquí la libertad de expresión sobra - me responde. La discusión comienza a tonarse mal sonante -  No hay nadie que no haya insultado al Presidente Chavez, incluso sobre su enfermedad y en su muerte. Todos los funcionarios públicos son ridiculizados por...

- Chavez despidió a más de veinte empleados de PDVSA en cadena de Radio y Televisión, riendo y burlándose de ellos - le interrumpo - también usó la palabra "escualido" para definir y menospreciar al contrincante. Se burló de la muerte de personajes de la sociedad Venezolana y exaltó asesinos confesos por motivos ideológicos. Si hablamos que la memoria falla...

- El Presidente era un hombre sin restricciones - me reclama - es el símbolo del pueblo empoderado.

- De manera que por ese motivo, los insulta. Me insulta - le insisto - de manera que por esa simbología e identificación, llegó a construir todo un discurso donde la grosería y el insulto está bien visto, donde el odio es una forma de ideología...

P. sacude la cabeza, levanta las manos. Tomo un sorbo de café, mirándolo. Es un hombre joven, casi de mi edad. Creció la mitad de su vida bajo la llamada Cuarta República, fue testigo de los cambios y transformaciones de una Revolución fallida cuya mayor herencia es la crisis que actualmente padecemos. Sé que sus padres son profesionales de la llamada clase media, esa que tanto ha atacado y vituperado el Gobierno revolucionario durante quince años. Que sus hermanos huyeron del país desde hace casi una década. Mi amigo no desconoce el otro rostro de la Revolución, de la opresión silenciosa, del abuso de poder, de la agresión constante contra la idea que disiente. ¿Cómo puede apoyarlo?

- No hablamos únicamente de Chavez - me dice por último - te guste o no, es lo que la historia exigió de Venezuela. Un re acomodo completo, de las bases e incluso de las ideas más elementales. Una refundación de la República.

Pienso en la comediante @AleOtero, que fue citada al SEBIN (Servicio Boliviarano de Inteligencia Nacional)  como "testigo" sin que se conociese otro motivo que su manera de hacer humor. Pienso en las cadenas de radio que han sido silenciadas, en los periódicos más delgados. En los periodistas como @Laura_Weffer y @TamoaC, silenciadas por el puño de poder silencioso de los intereses políticos que distorsionan el derecho a informar. Pienso en las pantallas vacías de televisión, que jamás informaron sobre los gravísimos sucesos que vivió el país durante los casi cuatro meses de protestas diarias. Pienso en este silencio como de pesadilla, en esta insistencia en la resignación que donde se mira el ciudadano común. Y pienso también en este nueva sociedad que se acostumbra al silencio, que se mira con temor, que se analiza superficialmente. Me pregunto quienes somos: los sobrevivientes a Quince años de empuñar el poder como un arma de guerra, como una visión de lo que tememos, de esa lenta destrucción de las ideas que se considera como una nueva visión de la nación. Un pensamiento inquietante, me digo, de esa ideología que insiste en que la humillación es una forma de enfrentamiento político.


Pienso en todo lo anterior mirando la calle a mi alrededor. Las conocidas avenidas de mi infancia, en donde crecí y me hice adulta, ahora están cubiertas por el rostro de un líder muerto para provecho y beneficio de una nueva clase política. El paisaje urbano deformado y destruido para crear algo más, una inquietante visión de la identidad nacional basada en la ideología, construida a base de retratos de un pensamiento político que no termina de encajar en ninguna parte y que forma parte de toda una nueva concepción del gentilicio. ¿A donde nos dirigimos como concepto de nación? ¿Quién es el nuevo ciudadano Venezolano, nacido de la censura, la represión y el revanchismo legal? ¿Quién es este nuevo hombre que asume la opresión como una forma de política? La repuesta a cualquiera de esas preguntas me abruma, me produce escalofríos.

El país a ciegas. El país victima de si mismo.

En el Kiosko donde he comprado el periódico desde hace más de quince años, los pocos periódicos que aún se publican no muestran el rostro de Chataing. Solo uno de ellos, hace referencia a lo sucedido y lo hace en una nota escueta, levemente ambigua. El rostro del humorista, hoy sin ninguna de sus muecas habituales, serio y severo, me mira desde una fotografía. Y es ese silencio - el de la noticia que no es noticia y el humorista que no ríe - lo que dibuja mejor que cualquier cosa el panorama de un país mudo y sordo, que se esconde entre las grietas de una propuesta rota por necesidad y una interpretación de país parcial. No somos otra cosa que sobrevivientes, pienso con un sobresalto. De nuevo esa idea irritante y dolorosa, ese estigma de ser un ciudadano a fragmentos, con el gentilicio hecho pedazos.

Una extranjera en mi propio suelo.

C'est la vie.


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