miércoles, 21 de mayo de 2014

Bienvenidos al desastre: El ABC de la locura social.






El sujeto nos había mirado durante un buen rato. Me encontraba junto con un grupo de amigas en un café de Caracas con muy buen ambiente y de inmediato, todas notamos al hombre de la mesa contigua que nos dedicaba una insistente atención. Incluso yo, que suelo ser bastante distraída en ese tipo de gestos, noté la expresión entre divertida y expectante del desconocido, que parecía seguir sin ningún disimulo nuestra conversación y chistes. Finalmente, al parecer tomó valor, se levantó y sonriendo se acercó a la mesa. Todo el gesto me pareció un poco desconcertante, pero tierno. Con aires de galanteo se inclinó junto a una de mis amigas y le tomó de la mano. Mi amiga se lo permitió, coqueta.

- Gracias por ser tan hembra. Que ricura para la vista.

Súbito silencio. Me pregunté si solo a mi la frase me había producido un tic nervioso en algún músculo del buen gusto, pero noté que el grupo entero se removió inquieto y desconcertado para mirar al hombre, que continuaba sonriendo galante, sosteniendo aún la mano de mi amiga entre las suyas. ¿Qué se le responde a eso? Me pregunté incómoda, aún durante esos extraños momentos de silencio que siguieron a la estrambótica declaración. Hubo un coro de carraspeos, algún que otro movimiento nervioso de sillas, hasta que  finalmente, mi amiga recuperó su mano y le volvió la espalda al galán en cuestión. El hombre, avergonzado y asumo que sin comprender muy bien el motivo de la reacción general, volvió a su mesa solitaria, donde terminó una enorme taza de café en dos tragos y luego salió del local sin mirar en nuestra dirección de nuevo. En mi grupo, nadie comentó nada del tema, aunque fue evidente la sensación de bochorno que nos sacudió un poco a todas. Y me quedé pensando en todas esas pequeñas locuras que cometemos en el nerviosismo  de los primeros encuentros, en el intento casi obsesivo por agradar y por resultar atractivos. Esa pequeña del día a día con las pequeñas piezas de lo social, lo cultural y todo lo que parece relacionarse con nuestra capacidad para comprender al otro y al mundo que nos rodea.

Cuando envié un correo electrónico preguntando a un grupo de mis amigas, cuales eran las peores frases que alguien había utilizado para "romper el hielo" - frase que resume ese primer intento de galanteo o simpatía entre dos desconocidos - me respondieron casi de inmediato. La mayoría entre risas, otras con verdaderos análisis sobre la grosería, la vulgaridad y todo lo que une a ambas cosas.  Y es que casi nadie parece a salvo de la torpeza social, de esa burlón equilibrio entre lo divertido y algo más incómodo. La mayoría de las respuestas me hicieron reír, aunque algunas me dejaron reflexionando sobre nuestra interpretación sobre lo que se considera socialmente aceptable, lo que consideramos correcto - normal, quizás - y lo que no lo es. Eventualmente, llegué a la conclusión que todos somos niños, irritantes e incluso un poco torpes en ese viejo arte de lo social.

¿Y cuales fueron las mejores respuestas de mi pequeña encuesta? Las siguientes:


* Esa elegante curva engañosa y otros insultos involuntarios.

Mi amiga Sofia (no es su nombre real) luchó contra el sobrepeso durante buena parte de su vida. Finalmente, luego de casi dos años de esfuerzos, logró perder el exceso de peso que le molestaba y consiguió la figura que siempre había deseado. Y no duda en mostrarla: se hizo asidua a ropa que le permita mostrar sus renovadas curvas y sobre todo, esa silueta curvilínea de la que se siente tan orgullosa, a pesar que como suele repetirme, aún no es perfecta. Para ella, es una manera de celebrar no sólo sus esfuerzos, sino ese ego femenino que durante tanto tiempo estuvo tan lastimado por esos inevitables dolores estéticos que puede producir el sobrepeso. Por ese motivo, su anécdota le molesta especialmente. Me la cuenta a regañadientes. En una ocasión, se encontraba en un local nocturno, cuando un hombre, que le había sonreído insistentemente desde hacia un buen rato, se acercó para saludarla.

- Te ves preciosa en ese vestido - la halagó. Y luego añadió - conozco el ejercicio perfecto para que bajes esa barriguita rápido.

Sofia me cuenta que la sensación fue de irritación espontánea y algo más doloroso, privado. Una especie de sensación de regresar a la adolescencia y a esos largos años de sentirse extrañamente inadecuada. Sobre todo, porque el galán en cuestión no parecía muy consciente de haberla insultado y continuó minutos enteros parloteando sobre su figura, como mejorarla y sobre todo, el hecho que aunque era "bella", podía dedicar "mayor esfuerzo" a verse "rica". Lo más desconcertante del tema, es que a decir de mi amiga, el caballero en cuestión no tenía real idea de lo insultante de sus comentarios y lo hacia con una aparente buena intención. O mejor dicho, con todo el convencimiento que Sofia realmente deseaba escuchar todo aquella perorata sobre los defectos de su figura. Cuando mi amiga finalmente lo detuvo con una frase cortante, el galán se sorprendió de lo que llamó su "vulgaridad". Y es que el desconocido jamás comprendió que había insultado de una manera u otra a Sofia, sino que juzgó insultante su reacción. Mi amiga resumió su experiencia con una única frase: "Al parecer la intención no era exactamente halagarme, sino dejar bien claro que podía ser más deseable". Un pensamiento sin duda inquietante, que quizás demuestra - otra vez - que actualmente esa interacción entre lo social y quienes somos parece atravesar el terreno poco fértil de los prejuicios.

* De que veo al que toco y otras tropezones de mediodia.

Mi amiga G. es una mujer hermosa, de manera que con frecuencia, recibe todo tipo de comentarios sobre su figura y su rostro a los cuales no presta real atención. No obstante, en una ocasión, me cuenta que se sorprendió - y no gratamente - cuando un hombre desconocido se acercó sonriendo hasta donde la mesa donde se encontraba almorzando y se inclinó hacía ella.

- ¿Te puedo acompañar? - dijo. Y añadió - es que una mujer bella no puede estar sola. Va a parecer puta.

Mi amiga tiene un gran sentido del humor y tal vez por ese motivo, supo lidiar con la situación con una elegancia que aún me sorprende. Me cuenta que sonrío, le agradeció al sujeto su "amabilidad" y le explicó que lo de "puta" no resulta tan insultante en un país de "pendejos". Al parecer el galán captó de inmediato la insinuación porque intentó disculparse entre balbuceos de su muy torpe intento de galanteo. Mi amiga G, me cuenta que su vergüenza le pareció genuina pero no lo suficiente para remendar el entuerto.

"En Venezuela algunos hombres parecen estar convencidos que el coqueteo incluye su opinión general- no siempre muy buena - sobre la mujer", me comentó en su correo. Me preocupó estar de acuerdo.


* Del cafecito amable al "Tragame tierra y escupeme en otra galaxia": 

Mi amiga J. es una gran tímida. Siempre me comenta de la pesadilla que resulta para ella cualquier interacción social, sobre todo esa calidez "tropical" de nuestra cultura que le resulta tan incómoda. Por ese motivo, cuando le hice la pregunta de la peor frase para romper el hielo, me sorprendió que me contara su propia experiencia, lo que deja claro que la torpeza no es exclusiva del sexo masculino.

Me cuenta que en uno de esos eventos literarios que se realizan de vez en cuando en la ciudad, tropezó con un hombre que sostenía uno de sus libros favoritos. Intercambiaron sonrisas, alguna que otra mirada y a pesar de su timidez, mi amiga pensó que podía atreverse en esta oportunidad a entablar una conversación con el desconocido. De manera que una vez que la tertulia pública terminó, se acercó a él. Señaló el libro que sostenía con un gesto amable.

- También me encantan sus poemas - comentó - aunque son para estúpidos románticos, claro. Los leí de niña, cuando no sabía mucho de nada.

J. tiene el buen humor para reírse de sí misma. Recuerda que en el minuto que siguió y durante el cual el desconocido le dedicó una mirada sorprendida y avergonzada, comprendió su frase y la manera como podría comprenderse. Me cuenta que de hecho, se echó a reír, abochornada y confusa. Trató de explicar que ella misma se consideraba una Estúpida romántica y que apreciaba al escritor en cuestión por su capacidad para hablar de amor sin los clichés habituales. Por supuesto, no logró explicar nada de eso, sino que siguió riendo, hasta que finalmente logró tomar una bocanada de aire.

- Bueno, creo que la cagué - me cuenta que dijo entonces - ¿Nos tomamos un café?

En un mundo perfecto, el desconocido probablemente habría reído también y este sería una bella anedocta que contar más adelante, entre risas cómplices. Pero lo que sucedió fue el desconocido sonrío nervioso, agradeció el ofrecimiento y desapareció entre la multitud. Mi amiga resume la incomodísima situación casi con tristeza: "No es fácil combinar habilidad social y nerviosismo. Es más, creo que son cosas que jamás deberian combinarse". Me pregunté si todos somos un poco sobrevivientes de lo social.


* Dame tu teléfono "mami" o la manera más rápida de romper el hielo y la primera grata impresión:

En este caso, no se trata exactamente de una frase para romper el hielo, sino de una frase que pareció romper todo ese delicado ballet del coqueteo que mi amiga P.  llevaba a cabo con un simpático desconocido que conoció en una práctica de yoga. Se saludaron, conversaron, nadie llamó "puta" a nadie, nadie habló de gordura ni de como fortalecer los músculos flácidos. Y todo iba bastante bien en la merienda que compartían, hasta que el galán tomó su carísimo smartphone para anotar el número teléfonico de mi amiga.

- Mami, dame tu teléfono, pero el que seguro pueda encontrarte, no sea que te me hagas la loca - dijo. Y no contento con la curiosa declaración, añadió - tu sabes, es mejor saber cuando la cosa viene buena y que no sea más que un calienta roscas.

Por supuesto, dijo mi amiga en voz alta. Y le dio un número equivocado que se inventó apresuradamente mientras trataba de sonreír. Cuando le pregunté si le había parecido tan grave el comentario - bastante incómodo y vulgar, pero que podría atribuirse a la torpeza - sonrío, con escepticismo.

- No digo que celebre mi belleza con poesía, pero al menos que se guarde para después del segundo café la mala educación - me respondió - creo que nos hemos acostumbrados que la grosería es parte de todos los días. Yo no me acostumbro.

¿Se trata de eso? me pregunto. ¿Se trata de habernos acostumbrado a cierta vulgaridad en lo social que terminamos considerando normal? No lo sé, pero al parecer si nos hemos hecho mucho más conscientes del hecho de esa vulgaridad, de la interpretación social que raya en ocasiones lo directamente incómodo y ofensivo. O como dice mi amiga Ana (no es su nombre real): "Ya no nos calamos con tanta facilidad al loco de ocasión".

- Mi mamá siempre insiste en que la mujer moderna se ha vuelto respondona y malcriada - dice - pero claro, hablamos también de otro tipo de acercamiento social, mucho más agresivo. Las Redes Sociales nos han hecho más cercanos. Pero es algo artificial. Crees que todo puede ser informal, espontáneo. Puede serlo claro, pero eso no implica necesariamente que sea hiriente o directamente desagradable. Pero las lineas entre ambas cosas se confunden en tantas ocasiones que ya parece ser una misma cosa.

Sin duda, es verdad. Y su anecdota lo demuestra: Durante más de dos meses Ana conversó, bromeó y coqueteó con un desconocido vía Twitter. Finalmente lo agregó en Facebook y descubrieron que tenían aún más cosas en común de lo que suponían. Para entonces conversaban vía whatsapp y también por mensajes de texto. Finalmente decidieron conocerse, luego de superar la desconfianza inicial. Ana me cuenta que realmente no sentía que conocería a un extraño: luego de semanas de conversación virtual, estaba segura que encontraría a un buen amigo - quien sabe si algo más - y que con toda seguridad, la experiencia sería agradable para ambos.

No fue exactamente desagradable. En realidad, fue sólo incómoda, me explica. Porque el galán en cuestión - ocurrente, gracioso y elocuente vía redes Sociales - terminó siendo agresivo, grosero y vulgar en el mundo más allá de lo virtual. No solo se dedicó al debate político a gritos en mitad de una cena concurrida, sino que además, se dedicó a intercambiar chistes subidos de tono y directas insinuaciones sexuales con Ana, que al principio respondió en tono burlón pero terminó sintiéndose lo bastante incómoda como abandonar la cena a la primera oportunidad que tuvo. Nunca más intentó comunicarse de su hasta entonces amigo y como me explica: "No intenté ni siquiera explicarle por qué de mi reacción. Ni a él le importó entenderlo". La relación se rompió de inmediato y de hecho, no volvieron a intercambiar mensajes por ninguna vía de nuevo. Cuando le pregunté que le parecía que había sucedido, se encogió de hombros con un gesto casi resignado.

- Lo mismo de siempre: las redes dan para todo. Años atrás, las primeras veces que salías con un desconocido era la manera de tantear y entender quien era y que tanto podían llevarse bien - me explica - pero actualmente las redes sustituyeron eso. Cuando finalmente la amistad, relación o lo que sea atraviesa la virtualidad, te encuentras con la realidad, cualquiera que sea. Y casi nunca coincide con la máscara virtual.

Una idea inquietante. Me pregunto si esta nueva dimensión de las relaciones sociales juegan con esa identidad virtual y la real para crear una mezcla casi siempre volátil y lo bastante preocupante como para afectar la realidad, esa simplicidad del cara a cara que intenta sustituir. Mi amiga Ana sonríe, veterana de esa pequeña circunstancia y sobreviviente a medias.

- Sin duda es la manera más directa que tenemos actualmente de conocer a nadie - dice - y también la más engañosa. Al final conoces solo una fracción de esa otra persona. La que desea mostrarte.

Un pensamiento inquietante. ¿No es un poco así siempre? me digo. Después de todo, esa primera frase "rompe hielo" siempre parece tener la intención de mostrar lo mejor de nosotros, incluso esa fantasía que casi todos construimos de nuestros mejores rasgos. Pienso sobre eso, mientras compro un libro en una Librería y un desconocido me mira desde uno de los anaqueles. Intercambiamos una mirada, sonríe. Y yo también sonrío. Aja, allí vamos de nuevo, pienso cuando se acerca. Recuerdo toda esa serie de anécdotas que escuché durante la semana y que tanto me hicieron reír y reflexionar. ¿Quienes somos en ese momento realmente incómodo del primer acercamiento? ¿Quienes esperamos ser? No lo sé, pienso mientras suspiro. El desconocido se detiene a mi lado. Parece tan incómodo yo. Tal vez todos somos como niños, en medio de esta necesidad de comprendernos a través de lo social y lo cultural que tanto insistimos comprender a lo largo de nuestra vida. Una manera de definirnos, de mirar nuestra simple naturaleza humana, torpe y azarosa. Aja, ahora hablará, me digo. ¿Que sucederá ahora?

No lo sé y quizás eso sea algo también que agradecer. Todavía somos un poco inocentes en algunos temas.

C'est la vie.

3 comentarios:

Blaka dijo...

Hola. A veces siento que la mujer condiciona un poco las respuestas a que sean de cierto talante agresivo. Pero normalmente el hombre en este país últimamente actua como si una canción de reggaeton tuviera la clave que permitirá llevar al "cualto" a toda femina que vea "desatendida". Pero creo que hay todavía algunos que puedan entender el sentido de tacto, galantería y caballerosidad. Mi punto es, ¿Aún las mujeres valoran la galantería o se "adaptaron" a la nueva era del coqueteo?

Psicorganizadamente dijo...

Una vez..hace tiempo.... cuando estudiaba en la UCAB y solía usar mucho el metro, me senté deliberadamente al lado de un chico muy atractivo (casi rezando para que él me hablara) y efectivamente así fue..me dijo "Mira mami tu sabes cuantas estaciones faltan para bla...bla...bla polque es que yo...." ¿Yo? Plop!! fue tan decepcionante en serio!!!
Otra: al reunirme con un amigo sociólogo porque días antes me dijo, cónchale te invito a cenar un día de estos...nos reunimos y conversamos un rato...nos "actualizamos", a él siempre le he atraído y yo traté de verdad de prestarle atención ¿Por qué no vale?. El caso es que nos tomamos unos cafés (los cuales me dejó pagar a mi) y de verdad no es que yo necesite (Gracias a Dios) que nadie me pague nada...pero me pareció tan descortés que bueno...La cena nunca volvió a ser ofrecida, por supuesto... su falta de caballerosidad le hizo perder su maravilloso encanto conversador que tienen los humanistas....
y bueno..... un novio de años....llego a decirme "sabes linda...de tres salidas que yo tenga con mis amigos y amigas del trabajo yo sólo quiero que tu vayas a una" -Me dejo estupefacta el comentario- (hasta el sol de hoy creo)
No sé si el objetivo que tienen estos personajes es "auto sabotearse" y comprobar su profecía "auto cumplida" -Viste yo no sé qué pasa que las mujeres que me huyen- o lo que quieren es que uno se esfume y desaparezca en un "chasquido de dedos" y la cosa es totalmente deliberada!!
Hay gente que es un poco más "inteligente socialmente" Una vez me encontraba en un conocido restaurante pizzería en la Castellana y empezó a llover....las personas tuvimos que colocarnos todas muy juntas bajo techo y se me acercó un chico 5 años menor...empezó a sacarme conversación (Quiere que no quiere la cosa)...¿Qué chimbo que este lloviendo no? ¿Vas a hacer algo después de aquí? ¿Qué estudias? (ya yo estaba graduada...es halagador que te lo pregunten....) y hábilmente "tipo pana" cónchale qué fino conversar contigo, será que coordinamos para otro día? ¿Me das tu número? 20 puntos (aparte de lindo...simpático y todo un galancito ese niño... y bueno....hoy es un gran amigo con el que alguna vez fui...digamos que más cercana que de costumbre....
En resumen, creo que ser "inteligente socialmente" implica hacer un esfuerzo por conectarse de manera genuina, honesta y simple con el otro....y no decir nada que a ti no te gustaría escuchar.....¿Es tan complicado? para algunos ser sensible con los sentimientos del otro es verdaderamente imposible.... es extremadamente difícil poder establecer un vínculo cálido y positivo con alguien así....¿no?

MagaDeOz dijo...

Agla! Me encantan tus artículos, cada vez que puedo te leo :). Y que horrible lo del chico del café con tus amigas, estoy totalmente de acuerdo, y también me han pasado cosas similares... Definitivamente lo de conocerse por internet pues es una aventura azarosa, realmente la química que pueda surgir por msjs, es totalmente distinta a la que surge en persona, contaré mi anécdota aunque en este caso fui yo la que no se comportó exactamente como por mensajes, jeje soy de Mérida y conocí hace unos años a un chico por Facebook que es de Caracas, empezamos a hablar y nos caímos súper bien, rápidamente aumentamos nuestra comunicación por tlf, mensajes etc, por cuestiones de libertad y dinero xD pasaron dos años hasta que coincidiéramos para poder conocernos, y ocurrió, pero en este caso yo soy muuuuy tímida, y la verdad me coharté mucho mucho y casi no decía ni una palabra, >.< pero la verdad es que quedé como impactada con él jajaja me había sorprendido muy gratamente, y él si fue tal cual como cuando hablábamos! Luego de eso, lo he visto otras veces pero me ha pasado lo mismo :( me da mucha pena y además pués luego él me gustó mucho, y bueno... jajaja más pena! Así que sí, a veces esas formas de comunicación quizás poco honestas (?) porque no muestran la verdadera personalidad también ayudan, porque al menos el me conoce como yo soy sin tanta timidez. Por cierto, un abrazo :) una admiradora Merideña.

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