domingo, 4 de agosto de 2013

La Señora de los Laberintos: La Diosa Ariadna.





Cuando era una adolescente, solía soñar con laberintos. No los afrancesados, con sus callejones recortados en hierba olorosa o los delicados victorianos, de arcos de metal abriéndose hacia el cielo. Mis laberintos eran de piedra viva, tallados con crudeza, con enormes bóvedas oscuras y pasadizos sinuosos y oscuros. El sueño siempre era muy parecido: corría en la oscuridad, con los brazos extendidos al frente, jadeante, llena de un terror tan insoportable que cuando despertaba aún lo sentía. Me quedaba tendida en la cama, con los ojos abiertos, intentando recordar como había entrado al laberinto o de qué huía, pero nunca lo logré.

Por ese motivo, me obsesioné con La Diosa Ariadna, la deidad que se relaciona directamente con los orígenes y dominios del terrible Minotauro y cuyo culto fue muy importante en Naxos, Delos, Chipre y Atenas. Por otro lado, Ariadna era también llamada "la más pura" y se tenía su propia histórica trágica que contar: enamorada fatalmente de Teseo, le ayudó dándole una espada mágica y un ovillo de hilo para que pudiera sortear los peligros del laberinto y asesinar al Monstruo que habitaba en su interior. Una idea llena de un simbolismo que asombra: Ariadna - la más pura, según algunas etimologías - conduce a su amado Teseo al interior del laberinto para destruir al temible Minotauro. Y lo logra Teseo: no solamente asesina al Minotauro sino que libera al pueblo de la terrible costumbre de entregar 7 jovenes y 7 doncellas para saciar su apetito. Como Mitema - o mito recurrente - es una delicia, pero aún más, como metáfora de la mente humana, me parece incluso inquietante. Y quizás por eso me atrae.

A mi profesor de mitología e historia medieval en la Universidad, todas mis elocubraciones al respecto le parecían graciosas pero también intrigantes. Solía escucharme muy atento, en esas tardes calurosas de Julio con olor a hojas frescas del Campus de la Universidad Central de Venezuela. Como a mi, toda la historia del laberinto le parecía desconcertante.

- Que Ariadna fuera considerada la más pura y se enfrentara al Minotauro a través de Teseo hace pensar en una serie de ideas bastante sorprendentes - insistía - la mujer que es hombre, que a la vez, tiene el poder sobre el hombre para luchar contra una temible criatura sangrienta, que también es masculina. Un macho ingobernable que devora jóvenes y doncellas. Toda la idea podría resumirse en un tema de poder femenino, en la interpretación del laberinto como la mente la mujer, el Minotauro el temor, Teseo ese valor masculino que finalmente le permite liberarse de todo y triunfar.

- Una idea preciosa, si olvidamos como murió Ariadna: asesinada por Perseo en la batalla de Argos. O peor aún, ahorcada en un árbol. La feminidad herida, para variar - me burlé un poco.

- La mujer no es un tema fácil para la mitología, nunca lo ha sido - me encantaba esos paseos con el profesor M., a pleno sol, en medio de la actividad de los últimos días de clases de la Universidad. A veces he pensado que las mejores ideas nacen así: a plena luz del sol, con el olor de la tierra viva bajo los pies - lo femenino se debate entre lo que deseamos creer de ella y lo que asumimos puede ser en realidad. Ariadna era la más pura según sus coetáneos, pero amaba apasionadamente a este Teseo valiente, arrojado, que no dudo en hacerse tribuno para salvar - o intentarlo - a su ciudad.

- Hablas de Teseo como la versión masculina de Ariadna - insinué, fascinada por la idea. El profesor M. sonrió. Una mueca casi maliciosa.

- ¿Y por qué no? Ariadna tenía la inteligencia para comprender el laberinto, para darles las armas a Teseo que podrian revelar su secreto. Pero ella misma, seguía atada a su propio nombre: La más pura. La más excelsa.

Me inquietaba el pensamiento. Esa visión de Ariadna, furiosa y angustiosa, quizás la próxima en ser entregada a las fauces hambrientas del Laberinto, intentando liberarse a través de Teseo me desconcertaba. Pero me encantaba también. Mis sueños se hicieron más extraños, asfixiantes. Corría con las manos extendidas, entre parpadeos de luz. Perdida, entre temblores. Sin respiración. ¿Y el miedo? Ese siempre estaba. Esa sensación de no ser, de ser tragada por la oscuridad.

Desazón.

- Ariadna es considerada en brujería la deidad de la creación, de esa creatividad natural que brota de manera espontánea - me explicó mi tia L. Le había estado contando mis sueños y mi conversación con el profesor M. y como a mi, le entusiasmo esa idea de una Ariadna poderosa e inteligente, enfrentándose a su monstruo personal a través de ese otro yo suyo, Teseo - no creo que sea casual. El mito describe a una mujer poderosa, a una mujer capaz de construir una respuesta a un viejo dilema. Y derrotar a la bestia, al miedo, por el amor.

- Que romántico - me burlé un poco. Mi tia L. soltó una carcajada.

- ¿Qué? ¿No te lo ha enseñado tu abuela aún? La magia más antigua de todas, viene del corazón.

Sigo soñando con laberintos. Tal vez no con tanta frecuencia que cuando era más joven y sin duda, mucho menos siniestro. Ahora corro por sus pasillos, iluminados por un sol radiante, saltando en pozos de luz. Los brazos extendidos, el rostro vuelto hacia un cielo interminable, de un azul casi doloroso. Y pienso, cuando despierto, si la mujer que fui, no encontró la manera de comprender el poder de la libertad a través de sus dedos y más allá, de soñar con una forma intima de crear.

Ariadna y el poder de soñar:

En brujería, llevamos a cabo un pequeño ritual para celebrar el poder creativo que representa Ariadna. El que más me gusta es el siguiente:


Necesitarás:

4 velas rojas.
Una flor de pétalos color rojo.
Cuenco para quemar.
7 hojas de Romero.
7 hojas de Laurel.

Disposición:

Coloca el cuenco para quemar en el centro de la habitación donde realizarás el ritual. Si no te es posible, colócalo lo más cerca posible de una ventana abierta. Rodealo de las hojas de Laurel, formando un círculo con ellas alrededor del objeto. Ahora, dispón las velas de tal manera que formen un cuadrado que rodeen al conjunto, procurando que cada una de las velas coincida con un punto cardinal. Por último, siéntate frente al cuenco, colocando a tu derecha las 7 hojas de Romero y la flor.

Antes de comenzar el ritual, respira tomando largas bocanadas de aire. Procura que la sensación te rodeé, recorra tu cuerpo por completo hasta relajar cada uno de tus miembros. Visualiza la energía rodeandote, concentrándose a tu alrededor con una tonalidad rojiza, que palpite y se haga material al rozar tu piel. Instintivamente sabrás cuando culminar este pequeña forma de concentración. Ahora, enciende la vela que corresponde al punto cardinal norte e invoca de la siguiente manera:

"Que la Diosa Secreta escuche la voz de la Hija
que se alza en el tiempo y el momento intimo
Que sea la fortaleza de mi espiritu la que cree la belleza
A través de la Diosa Ariadne
Invoco el poder de la creación
Un hilo de plata unido al norte más profundo de mi convicción
Asi sea"

Ahora enciende la vela que corresponde al punto cardinal sur:

"Que la Diosa Secreta me releve la verdad
de la tolerancia y la sutil realidad de la fe en mi espiritu
A través de la Diosa Ariadne
Invoco el poder del espiritu Universal
Un hilo de plata unido al Sur secreto de mi convicción
Así sea"

Ahora enciende la vela que corresponde al punto cardinal Este:

"Que la Diosa Secreta me premie con la paciencia
del aprendizaje y la fuerza de voluntad
Un brillo rutilante en mi espiritu
indicandome el camino más allá de mi visión
A través de la Diosa Ariadne
Invoco el poder de la serenidad
Un hilo de plata Unido al Este intimo de mi convicción
Asi sea"

Por último, enciende la vela que corresponde al punto cardinal Oeste:


"Que la Diosa Secreta me otorgue el valor
de continuar el camino que escogí
en medio del laberinto de mi memoria
En el tiempo de las palabras de oro y plata
El sol y el mar.
A través de la Diosa Ariadne
Invoco el poder de la Sabiduría
Un hilo de plata unido al Oeste más divino de mi convicción
Asi sea"

A continuación, deshoja la flor y con los petalos, crea un circulo que te contenga a ti y al conjunto de velas. Mientras lo haces invoca:

"Soy el tiempo
En la Voz de la Gran Señora
Soy la Hija de la Luna
En creación
En el poder del espiritu
En la Serenidad
En la sabiduría
En mi fe y convicción
Asi sea"

Por último, quema las hojas de romero en el cuenco para quemar. Enciende un pequeño fuego en tanto invocas:

"Crea fuerza en mí
Crea poder en mí"

Disfruta del exquisito aroma de las hojas de Romero al quemarse, permitiendo que tu mente divage y se llene de paz. Imagina que la energía carmesí a tu alrededor se eleva en un espiral y se una al cielo, para crear una armonía perfecta entre tu pensamiento y la fuerza Universal que representa la Diosa. Finalmente, come y bebe algo para equilibrar la energía que has invocado mediante este ritual.

2 comentarios:

Virginia es Cruzmila y ella es Ivy Poison dijo...

Me gusto tu sencille y buen uso del verbo, pero Ariadna va mas alla de esos sucesos

Virginia es Cruzmila y ella es Ivy Poison dijo...

Te seguir descubriendo.... me gusta lo que encontrado, espero leer mas

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