viernes, 7 de diciembre de 2012

Y en la semana de la Malcriadez: Soy Venezolana ¿Y que?






Este es otro artículo que cambio de nombre a mitad de escritura. Y es que en mi semana dedicada a la malcriadez, no podía faltar unas palabras dedicadas esencialmente a mi inquebrantable idealismo. Sí, soy muy idealista, de principios, de esa gente un poco fastidiosa que da los buenos días siempre al entrar en cualquier lugar, de la que da las gracias y agradece mucho los favores. También soy de esa gente que sueña, que cree, que admira, que construye cada día algo en su vida, o lo intenta al menos. Soy de esos soñadores que se empeñan en tener fe, en llevar esperanza como un simbolo de lo privado y que está convencida que toda historia, tiene un buen final. O como dice una bella cita que leí por alguna parte: si no lo ha tenido, es que aún no es el final. Les debo el autor.

Le comentaba querido Lector, que al principio, esta entrada se llamaría...Soy idealista ¿Y qué? pero de pronto, comencé a pensar en mi mayor acto de fe actual. Y eso, tiene un solo nombre: ser Venezolana. Porque ser Venezolana, así, con mayúscula, es ultimamente una labor de fe. No es fácil. Son tiempos cinicos y no es para menos: en mi país hemos sufrido el desencanto, el desengaño y la desesperanza. A veces el desaliento es tan profundo, que tengo la sensación que soy una huérfana sin tierra, una expatriada que aun vive en el lugar que le vio nacer. Una idea inquietante, pero que me ha golpeado más de una vez en estos catorce años.

Por eso, la esperanza es un lujo. Que se paga caro además. Es un riesgo, es una audacia. Y un día, me asombré al descubrir que yo lo hacia a diario. Sin entender como, sin tener verdaderas razones, me encontré buscando, día a día un motivo para seguir amando a mi pais, a mi ciudad, a mi gentilicio. Un trabajo duro. Pero lo hago. Lo hago cuando me levanto por las mañanas a mirar los amaneceres incomparables del Avila bendito. El olor del café recién coladito, que flota como un aroma de tierra bella, mi tierra. Caminando por las calles, y disfrutando de esa sonrisa del Venezolano. Inolvidable. Sí, aún existe. O como diría mi amiga @Peligrooo, de esta Caracas con sabor a bonito, a niño que rie, a recuerdos, a sueños. Porque hay soñadores en este país que a veces tan estéril. Los que se levantan a crear, cada día, en un país donde el arte es menospreciado. Los que se levantan a luchar, en un país cada vez más deprimido. Los que recorren las calles, en medio del caos, aún con este amor tan simple de quienes encontramos la casa, la nuestra, la de todo, en las calles descuidadas. Que trabajo sí, encontrar belleza y fe, en esta Caracas que se nos cae a pedazos, en esta Venezuela indiferente. Pero sí, yo lo intento. Probablemente lo seguiré intentando siempre.



En ocasiones duele mucho este amor por un país que parece no desea ese afecto, ese respeto, esa mirada cariñosa del hijo incondicional. No es para menos: En mi país, hemos padecido una lucha de odios y prejuicio que a todos nos ha cambiado, para mal o para bien.  Sí, el prejuicio extremo puede tener un buen efecto: la reacción inmediata. Me hecho más tolerante. Me he hecho mucho más flexible, en rechazo justamente a esa guerra absurda y desconocida que todos los Venezolanos libramos diariamente en esta circunstancia que llamamos patria. Y me sorprendió constatar como he crecido, como he madurado, la mujer que me he convertido en medio del desastre y del caos de un país que se tambalea entre la ferocidad de una lucha artificial y el temor de un futuro incierto. Pero sí, por razones que son tan misteriosas para mi como para usted, que me lee, si, sigo teniendo esperanza en Venezuela. Y soy Venezolana, caraqueñita de pura sepa. Caraqueñita de la quiere fotografiar el calvario, de las que solo se ubica al norte si tiene una montaña al frente, la que ve la hora en el reloj de la Previsora. Soy Venezolana de la que come chocolate nacional con el corazón lleno de orgullo, la que se le hincha el corazón de amor cuando perdida entre miles, ve la bandera patria en cualquier lugar del mundo. Sí, soy de las que canta el himno muy derechita, con la mano en el corazón. Esa soy yo, Venezolana de pura sepa. Venezolana de las que cree este país puede tener un futuro. De la que lo espera y de las que quiere construirlo.

¿Una utopía? sin duda. Pero es la mia. Y si, me atrevo a soñar.

De manera que, Soy Venezolana ¿Y que?

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