domingo, 26 de junio de 2011

El rostro de la Tragedia

 
 
 
Para el mundo cinematográfico, Jean Renoir es el simbolo de la imagen y la idea fusionadas bajo un aspecto profundamente significativo. Considerado uno de los grandes innovadores de la técnica visual, su obra abarca casi tres décadas y géneros disimiles entre si: De los 30 podríamos nombrar ‘La Gran Ilusión’ ( un documental con tintes de crítica social), de los 40 - donde su trabajo se vió poderosamente influenciado por su visita a Norteamerica - la impresionante ‘Esta Tierra es Mía’, y en los 50 la festiva ‘French Can Can’, una adaptación visual a sus diversas vivencias en el París de principios de siglo. No obstante, muchos fanáticos del cine - entre los que me incluyo . consideran que su mejor obra es ‘La Bestia Humana’ , un film de 1938, basado en la interesante novela Émile Zola, que fue adaptada por Denise Leblond y el propio Renoir, no acreditados por su trabajo.

La versión de Renoir conserva la tensión narrativa de su gémelo literario: Narra la historia de un hombre, maquinista de profesión, y solitario por naturaleza, debido a su carácter agresivo, consecuencia de un incipiente cuadro de demencia. Un día se enamorará de la mujer del jefe de estación, una mujer veleidosa que lo manipulará., y que junto con su marido esconden un crimen pasional. Pronto ella intentará seducir a nuestro protagonista para que asesine a su marido, intentando forzar su influencia sobre su temperamento a través de una retorcida combinación de sexualidad y fragilidad.

No obstante, lo que podríamos decir se trata del argumento común de una novela negra, se transforma en un poderoso drama, sobre todo gracias al enfoque que Renoir le da a la historia, no solo por el carácter realista con que dota a las escenas - en ocasiones la intimidad entre el actor y la cámara es tan fuerte que despierta un poco de incomodidad en el espectador - sino que además, crea una abrumadora atmosfera de temor y desconcierto. Es inevitable no sentirse involucrado en las visicitudes de los personajes, en la intrincada serie de hechos que los vincula y termina dando un complejo sentido a la historia. A ello ayuda, por supuesto, el tratamiento que el director le da a todos sus personajes, enormemente ricos en matices, ocurriendo algo insólito en cierta medida: llegamos a simpatizar con todos. De esa manera, Renoir recrea a través de precisas pinceladas, el mundo interior de cada personaje, dotandolo de una humanidad inesperada. Nos acerca más a sus desgracias, y llegado el momento de la verdad sentimos con ellos todo lo que les ocurre.



Por supuesto, una obra maestra de esta categoría no tendría sentido a no ser que estuviera sustentada por interpretaciones de altura, como es este caso. Jean Gabin le da una inmensa vitalidad a cada una de las facetas de su personaje: desde la claustrofóbica demencia que lo aisla hasta su inocente interpretación del amor. Junto a él, Simone Simon, le otorga un ligero matiz trágico a la femme Fatal que encarna, la mujer ambigua que bordea la desgracia con una cierta disciplencia. Sin embargo, sigo considerado la actuación de Fernand Ledoux como lo mejor del cuadro: contenido, cansado, irremediablemente enamorado de su esposa, y sin embargo, envuelto en una tensión espiritual tan tremenda que es visible lo cerca que se encuentra de estallar de pura decepción.

La película tiene un pequeño bache en su desarrollo, y es que quizá se estanca un poco en ese momento, que no es más que una transición entre el planteamiento de la historia, presentándonos todas las cartas, y el desenlace, bastante largo e intenso, donde todo queda zanjado. Digamos que hay un pequeño bajón de interés, donde lo único que se nos cuenta es lo cotidiano de los personajes, tal vez para que los conozcamos un poco mejor (extraordinario el primer encuentro amoroso de verdad de los amantes), pero alargando demasiado esa parte.

Aún así, un film espléndido, lleno de fuerza y con una carga dramática fuera de lo común. Una forma de expresar la tragedia humana a través del silencio profundamente sentido del desconcierto.

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