jueves, 18 de noviembre de 2010

Danza Minima de locura

Tomo una taza de café. Deambulo de un lado a otro, un poco a ciegas en medio de la Oscuridad del insomnio. Suspiro, miro la noche a través de la ventana. En silencio, me dejo llevar por la engañosa sensación de tranquilidad de una Caracas en apariencia dormida, un sueño quimérico de una ciudad donde la violencia es una forma de expresión en sí misma. Quisiera llorar pero solo me limito a permanecer allí, en medio de las sombras y las más extrañas reflexiones. Un discreto teorema del ser quizá, una sensación voluptuosa e incluso caustica, que me recorre a ratos y me deja sin fuerzas. Podría ser o no ser mi voz, o simplemente un pensamiento fugaz y delicioso - sí, una especie de especulación barata - que le da forma a mi deseo. A veces el sentido de la propia existencia se recompone ante nosotros en los momentos más insospechados (a pesar de lo que recen todas las psicoterapias al uso, comienzo a sospechar que solo de ese modo discontinuo y más o menos recurrente en que la imagen del mundo alcanza el inusitado equilibrio compositivo de cualquier cuadro de Gauguin puede uno intuir que quizá no todo es inútil). El caso es que hoy he colocado todos los libros que tengo de las colecciones Austral, Cátedra y Alianza en un lugar preponderante de mi biblioteca, lo cual me ha hecho sentir la mujer la mujer más dichosa sobre la Tierra (cada vez que alzo la vista a esa fastuosa serie colorines formada por los volúmenes de Espasa-Calpe siento una emoción semejante a aquella que me embargara cuando descubrí que en la biblioteca Nacional de mi ciudad sí podía tener acceso directo a toooooooooooodas las misceláneas de artículos de Azorín). Y lo que yo digo: ¿qué tiene que ver esa estampa de plenitud cromática, ese instante de reconciliación con el hecho de dormir en la habitación que mi abuela escogió para mi siendo adolescente (¿alguien se acuerda de lo que rumiaba Mrs. Dalloway en la habitación del ático?) , esa satisfacción balzaquiana de haber encontrado en el mundo un espacio para el propio oficio, qué tiene que ver todo eso, me pregunto, con la serie de absurdas imágenes que se han sucedido en mi existencia desde hace un mes? Ah, tampoco hay repuesta para la interrogante crítica de una voz concreta. Tengo que reconocer que el único modo de resolver semejante promiscuidad de los hechos es concederle a la epifanía de hoy un decidido valor estético de contraste.

Compárese si no la placidez espiritual, que me suscita el vacío evidente en las estanterías de mi cuarto y el desasosiego alimenticio que me provocó en cambio  una de mis peliculas almodovarianas favoritasque estuve mirando a altas horas de la madrugada - condenado insomnio -, la sempiterna preocupación sobre la situación política y social de mi país - ah, el ostracismo del justo pero ignorado opositor - la idea ambivalente de recrear mi furia y mi angustia existencial en algo más valido que un retrato - vaya, creo que mi proverbial  ingenuidad comienza a ceder a un saludable, aunque no ciertamente definitivo nihilismo -, la bucólica necesidad de comprender que sucederá con mi futuro si es que decido continuar en mi país y no convertirme en una inmigrante solitaria y cansina - de nuevo-. Ah, por supuesto, en ocasiones siento que estoy saliendo de la brutal fase depresiva de lo que pareciera ser un trastorno bipolar - una gran necesidad anecdótica de comprender porque mi sensibilidad psíquica puede hundirme en el dolor y transportarme al éxtasis en escasos segundos -. Definitivamente, podría pensar que ahora solo feliz comiendo panecillos de chocolate (el placer siempre vuelve a través de las minucias); Quizá con el correr de los años,  me he convertido,  como diría mi querida Laurita, una "adultecente", paradójica combinación entre adolescente y un adulto carente de "compromisos"- .Caramba, hasta pequeñas desgracias veniales como el hecho que rompí la delicada máscara de porcelana de la muñeca Bru que me obsequió mi abuela - que demonios, le tenía miedo a la muñeca-. Pero lo cierto es que mis reticencias ante todo este maregmanun de ideas a medio concretar, una generalidad apoteósica que pudiera o tener sentido en mi hilera de libros favoritos cuidadosamente colocados en el tramo más visible de la biblioteca, podrían parecer obra de un artificiosidad del nihilismo urbanista de Bukowsky.

Pero vamos, ¿tiene algo que hacer la prestigiosa desesperación alcohólico-sexual de los personajes de Bukowsky frente a la espontaneidad de un deseo visceral por romper y destruir cualquier esquema, burlándome de mi aparente idisincracia? Ay, no me extraña en absoluto que haya sido mi madre la que, con un magistral sentido de la armonización estética, haya resuelto la angustiante paradoja lanzándome su frase favorita a la cabeza: "estás definitivamente loca"

Ah, es que esa es la explicación subyacente en todo esto. Estoy loca y solo deseo la paz fragmentaria y frágil de los dementes. Sí, sí, clamo a los cielo por un simple y banal momento de cordura. ¿Lo tendré? probablemente no.

Sí, definitivamente necesito dormir. Con hoy, cuento casi 35 horas en vigilia y creo que comienzo a ver el mundo con demasiada claridad.

1 comentarios:

Señorita Cometa dijo...

no estamos locas...aunque nuestras madres lo juren...lo que pasa es que ellas no recuerdan que nos importaron de la luna...
Me veo a veces en tus palabras como en un viejo espejo al que le salen manchitas de edad...hace un par de décadas? no...nisiquiera un par...pero me suena a siglos. Has de saber que no recuperarás la tan ansiada cordura con el autoexilio...soy vivo ejemplo. Solo necesitas encontrar a quien comparta tu imsomnio y tu credo, aunque a veces es imposible...y nos quedamos vagando entre la dimensión del ser y la del parecer. Hemos sido castigadas con un cerebro que se niega a descansar, un espíritu que se niega a reposar...Yo lo llamo maldición...a veces estoy tan pero tan cansada...de mi.

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