domingo, 21 de febrero de 2010

Del tiempo y otros objetos perdidos de la memoria.


Siempre he pensado que he vivido mi vida al contrario de esa cronologia un tanto obsequiosa que consideramos normal: fui una niña muy anciana, una adolescente con un maduro temor al futuro, una joven mujer con una gran capacidad de asombro y finalmente, ahora rozando la tercera década de mi vida, soy un espiritu atemporal que busca el significado de sus simbolos personales en el exacto origen de su propia vulnerabilidad. Tengo una precisa sensación de busqueda, de profundo y maravilloso desconcierto, que no tiene otro sentido que comenzar - quizá de nuevo - ese recorrido anecdótico hacia las palabras que necesito para construir otro salón de mi Castillo de la Memoria, esas imagenes que le otorgaran sentido al temor y a la felicidad, a la risa y al dolor de futuro que comienzo a recorrer, que construyo cada día. De pie en algun lugar de mi pensamiento, con los ojos cerrados, escucho en la oscuridad ese palpitar del tiempo personal que transcurre, inmediato, devastador, creando cada distancia y forma de lo que será el hoy, el presente, el día que edificaré con pensamientos e ideas. El valor del ideal, la forma de la fuerza. El tiempo nuevo en mi.

Danza en la voz de la memoria, privilegio de mi voz más personal.

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