miércoles, 24 de febrero de 2010

Caos y el pequeño demonio matutino


Amanece en una Caracas salvaje y destartalada. Y en apenas dos horas, la temperatura aumentó 5° centígrados. De mal humor, me tambaleo por un amanecer radiante y seco: taza de café en mano, escuchando por algun lugar una canción que ya era vieja cuando yo no había nacido. ¿Pekos Kanvas quizá? Necesito a mi madre, experta en pequeñas joyas historicas de la melomania Venezuela. Si son terriblemente malas - como esta - mejor, pienso con sorna. Enciendo el televisor: WC insiste en repetir los capitulos de The Old Christine sin mayor trámite. Zipeo. Infocomerciales, promociones extraordinarias de dudosa calidad, operaciones estéticas de mágicos resultados. Todos sonrien en la pantalla del televisor. Podría patear el aparato ahora mismo. No lo hago, claro, pero ganas no me faltan. Tomo otra taza de café.

En Twitter la broma eterna sobre #seavaron continua expandiendose con rapidez: el hanstang alcanza los mensajes de gran cantidad de los miembros de mi TL. Chistes van y chistes vienen pero todos parecen ignorar - de una manera curiosamente esforzada - la debacle social que vivimos dia a dia. Sonreimos para no escupir la amargura en forma de una intima desesperanza supongo. Necesito otro café o no sobreviviré a mi propia furia.

De nuevo, en silencio, en mi mente. Mirando la ciudad salvaje. A solas con mis pensamientos. Un amanecer cualquiera de una ciudadana desesperadamente viva, con un deseo preternatural de crearse asi misma cada día. ¿Eso es suficiente?

Al menos por hoy, espero que lo sea.

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